Traductor: Lord
Editor: Lord
398
El Hombre Llamado Gregorius (2)
Caballeros
Pegasos. Doncellas aerotransportadas que desempeñaban el papel crucial de una
fuerza de combate aérea vigilante dentro del Segundo Batallón.
El
Sumo Sacerdote Norz había comandado una vez una unidad del Cuerpo de Caballeros
Pegaso en su misión de ocupar el oeste de Dédalos.
Cada
miembro de este exclusivo cuerpo femenino era un caballero de alto nivel
entrenado en las artes marciales y mágicas. Habían sido ampliamente reconocidos
como una fuerza que se distinguía en cualquier campo de batalla, es decir,
antes de su encuentro con el Diablo de Alsace. Los rumores de esa batalla se
atrevieron a insinuar que los Caballeros Pegaso no eran tan infalibles como se
cree.
Su
comandante, Norz, había sido degradado severamente por su fracaso en esa
ocasión, pero los aún hábiles Caballeros Pegaso no habían sido despedidos como
su superior, eran demasiado valiosos para no usarlos.
Estas
doncellas habían sido asignadas desde entonces bajo el mando de otro comandante,
y seguían contribuyendo a los esfuerzos de ocupación.
En
los últimos tiempos, sus tareas consistían en reprimir los diversos movimientos
rebeldes que brotaban por todo Dédalos. Estos rebeldes eran pocos en número,
pero sus ataques de guerrilla eran repentinos y esporádicos, lo que hacía que
fueran un dolor de cabeza para las diversas fuerzas de ocupación desplegadas
por todo el país.
Y
los Caballeros Pegaso, con su velocidad superior otorgada por el transporte
aéreo, habían sido perfectos para la tarea. Día y noche, recorrían los cielos,
vigilando las distintas aldeas y pueblos y subyugando a los rebeldes mal
armados cuando los encontraban. Sobre el papel, habían estado manteniendo la
paz, pero esos caballeros de élite, entrenados para una batalla épica, sentían
que sus deberes actuales no eran más que tareas serviles.
No
veían ninguna meta clara ni progreso, y cada día que pasaba se acumulaban más
fatigas. Fatiga y frustración.
Incluso
Ester, todavía activa como su capitana oficial, necesitaba un escape a eso.
"...
Haah." – Ester suspiró con un suspiro muy fuerte.
Peinó
hacia atrás su largo y despeinado cabello dentro de su tienda de campaña, que
estaba en medio de un lento enfriamiento por el calor húmedo que habían
generado sus ocupantes.
A
su lado, sobre finas sábanas, yacía un chico delgado y pequeño, durmiendo
profundamente. El chico estaba desnudo, como el día que nació. Su piel, que
Ester notó que era más suave que la suya, brillaba con gotas de sudor por todas
partes, y su esponjoso cabello castaño parecía marcadamente erizado en
comparación con su estado de aseo habitual.
La
delicada figura tendida con la espalda expuesta daba la llamativa imagen de una
doncella pagana que había sido violada por un soldado de a pie.
"...
otra vez no." ‒ Dijo Ester consternada.
Esta
cuestionable escena había sido creada por nada menos que por la propia Ester.
Aunque los papeles pueden haber sido invertidos, el hecho es que ella había
atacado a alguien del sexo opuesto.
Su
tono indicaba que estaba profundamente arrepentida. Su mente se había aclarado
ahora que había expulsado todo su deseo, y sonaba como una niña que prometía
mantener su dieta justo después de haber comido tres platos.
"Esto
es malo... No puedo seguir haciendo esto..."
Ester
había cometido la primera de estas ofensas en la noche del 2º día del mes del
Primer Fuego, es decir, en un momento en que la batalla en Alsace aún estaba en
curso.
Ella
había tenido los ojos puestos en este chico durante mucho tiempo, desde los
días de la academia de caballeros, y esa noche, había tenido el valor de
invitarlo a su tienda de campaña. Entonces ella se armó de valor para tomarlo
allí mismo.
Dicho
esto, técnicamente él había dado su consentimiento.
El
primer día de esa dura batalla en Alsace había generado muchas pérdidas en el
frente de los Cruzados. Habían terminado retirándose bajo la feroz resistencia
de los demonios, y la unidad de Caballeros Pegaso de Ester también había
sufrido duras pérdidas. Increíblemente, una sola y monstruosa Hada había
eliminado a su capitán, vice capitán y a muchas buenas mujeres de la fuerza.
Haciendo
uso de su triste situación, Ester le había invitado directamente, ‘Déjame tener
esto antes de morir’, e inmediatamente lo empujó hacia abajo. Ella había
querido hacerlo mejor, realmente quería. Pero una vez que decidió hacerlo, esas
fueron las palabras que dijo.
Había
aprendido que no era la persona indicada para transmitir adecuadamente una
confesión de amor cuando estaba bajo estrés.
Y
la situación parecía tan grave como lo era, él había consentido, aunque estaba
confundido. En serio, lo hizo. Ella se acordó de él. Ella le había visto
asentir con la cabeza, lo que significaba que él había dado su consentimiento.
Lo que significa que lo que hizo no fue violación, sino hacer el amor.
Todo
dicho y hecho, esa fue la noche en que Ester cambió su clase de doncella a
mujer.
Todo
fue por culpa de esa Hada abandonada por Dios que Ester se había atrevido a
hacer lo que había hecho. La poderosa telepatía del poderoso demonio había
sembrado esas ideas en su mente. Por otro lado, también se podría decir que fue
gracias a esa hada que pudo satisfacer su amor.
Pero
ahora tenía un nuevo problema. Al final, no había sido capaz de transmitir
adecuadamente sus sentimientos y cada vez que ella le preguntaba, le exigía
realmente, él ponía una cara problemática y de obligación. Ella sabía que se
estaba aprovechando de él, usándolo.
Después
de esa única vez, había aprovechado todas las oportunidades... para satisfacer
ese deseo. Con sus tediosas y aparentemente interminables misiones en los
últimos tiempos, habían estado haciendo el acto casi todas las noches. En
realidad, hoy, ella incluso lo había arrastrado a una de las casas vacías del
pueblo a plena luz del día. Sin embargo, tuvo que terminar a mitad de camino,
ya que escuchó a su vice capitán, Flan, que la llamaba y no podía descuidar
realmente su deber.
Todavía
tenía que confesar sus sentimientos y, por lo tanto, no podía saber cómo se
sentía su pareja. Era como si ella sólo deseara su cuerpo, día tras día. No
eran ni amantes ni amigos. ¿No era diferente a un esclavo entonces? Incluso se
preguntaba si tal vez contratar a un prostituto sería mejor que el lío de
relación en la que ella estaba, al menos entonces el hombre recibiría el pago
que le correspondía.
Se
había dado cuenta de que este tipo de relación no duraría mucho tiempo. Pero a
pesar de eso, no pudo detenerse. Tal vez algún día, él simplemente huiría de
ella.
Ester
estaba asustada. Tenía miedo de perder la felicidad, el placer de haber
conseguido a la persona que amaba. Tenía menos miedo de morir en el campo que
de perderlo. Ella tenía aún menos miedo de enfrentarse a esa Hada miserable que
la perspectiva de no tenerlo más.
Y
sin embargo, sólo podía pensar en detenerlo a la fuerza si intentaba escapar.
En realidad, a estas alturas, ¿cómo iba a confesarse de todos modos? Era
demasiado tarde para tener la relación que realmente deseaba.
"Joder....
¿qué se supone que tenía que hacer...?" ‒ murmuró.
Después
de enfriarse, Ester levantó lánguidamente su cuerpo.
"Hoolaaa,
peeerdone mi intrusión, Srta. Capitana Ester." ‒ Dijo una voz nasal,
claramente masculina; el hombre mismo estaba entrando en su tienda mientras
hablaba.
"¡Qué!
Bastardo, tienes el valor de..."
Ester
rápidamente cubrió la parte superior de su cuerpo con una manta, y tomó su
estoque que había estado descansando al lado de su almohada. En un rápido
movimiento, la punta de la espada había sido blandida hacia el repentino
invasor de su tienda privada.
Si
este hombre hubiera sido uno de los soldados de a pie que se emborrachó e intentó
tontamente acostarse con un Caballero Pegaso, habría tenido su hoja de mitril
en lo más profundo de su corazón en este momento.
Sin
embargo, la hoja de Ester no se movió ni un centímetro hacia su objetivo.
"Usted
es... Obispo Gregorius, mi señor..."
"Dios
mío, ¿sabías de mí? ¿O fueron estas túnicas las que te lo dijeron? Supongo que
no importa. Capitana Ester, me doy cuenta de que es muy tarde, pero tengo una
oferta que debes..."
El
hombre que había aparecido de repente y que había empezado a hablarle de la
misma manera de la nada era sin duda el Obispo Gregorius, su superior y
comandante del ejército al que ella y sus chicas habían sido destinadas en la
actualidad.
Ella
lo había visto en múltiples ocasiones y, aunque ella no era exactamente una
estudiante modelo, seguía siendo un caballero graduado de la academia, lo que
significaba que no confundiría la vestimenta de un obispo.
"Oho,
¿el chico que duerme allí es Rudel-kun? Dios mío, eso me ahorra la molestia de
llamarlo".
Era
una tienda pequeña después de todo. Se podía ver fácilmente la presencia de la
persona adicional que dormía dentro, no importaba lo pequeño que fuera.
Mierda, esto no
puede ser, antes
de que la mente de Ester fuera capaz de procesar lo que estaba pasando,
Gregorius ya estaba empujando a Rudel en el hombro para despertarlo. Rudel, el
chico desnudo que dormía a su lado, el chico al que amaba tan entrañablemente.
"Nh,
uh... ¿Ester-san?" ‒ Rudel murmuró medio dormido.
"Oh,
disculpas Rudel-kun" ‒ dijo el obispo, ‒ "Desafortunadamente no soy
la mujer que se acostó contigo. Pero me gustaría que te despertaras, tengo algo
muy importante que me gustaría que escucharas."
Ester
estaba sudando a cantaros mientras esperaba que Rudel abriera sus grandes y
soñolientos ojos. Era tan lindo... No era el momento para eso. Las cosas se
estaban saliendo de control.
"Hwa....
uh, ¿huh? ¿Eh?"
Rudel
parpadeó varias veces al ver al hombre con cara de zorro frente a él.
"Y
buuuenos días a ti, Rudel-kun" ‒ saludó Gregorius, estirando sus palabras.
"Haa"
‒ Rudel bostezó, ‒ "¡Buenos días!"
Que
es cuando finalmente se dio cuenta con quién había estado hablando. Rudel gritó
como una niña mientras se postraba simultáneamente ante su superior en ese
mismo instante. Desnudo y sudoroso.
"G-Gregorius-sama....
¿qu-qu-qué necesita usted de mí…?" ‒ Rudel tartamudeó temeroso.
Ester
no podía ver su cara, ya que en ese momento estaba realizando una dogeza desnudo
sobre las sábanas, pero podía imaginar que era mucho más pálida que la suya.
Ester
era un caballero, pero Rudel era un hombre de costumbres. Él actualmente estaba
sirviendo al ejército como Sacerdote, en otras palabras, como sanador, pero su
trabajo original era el de un sacerdote que servía a la iglesia. Mientras que
Ester estaba más en el lado militar de las cosas, para Rudel el obispo era su
superior en ambos trabajos, lo que lo puso en una posición precaria por decir
lo menos.
(NT:
Man of the cloth, se traduce como ‘hombre de costumbres’, pero creo que aquí lo
usan para referirse a alguien con un cargo religioso)
"Bien,
esto es un poco importante, así que tenía que decírselos de inmediato. Me
disculpo por entrometerme en su diversión, pero trataré de no quitarles mucho
tiempo. Por favor, siéntanse libres de continuar donde lo dejaron una vez que
haya terminado, o descansen para mañana, lo que quieran".
La
broma inapropiada del obispo había servido para informar a la pareja de que
estaba al tanto de lo que había ocurrido recientemente dentro de la tienda. Más
bien, lo considerarían extraño si no hubiera llegado a esa conclusión al ver a
un hombre y una mujer desnudos juntos en la cama.
En
otras palabras, no podían poner excusas.
¿Había
venido Gregorius aquí para castigar al Sacerdote y a la Caballero Pegaso que
participaban en actos ilícitos? Todos sabían que la iglesia no permitía las
relaciones carnales fuera del matrimonio, y que las relaciones entre personas
del mismo sexo estaban totalmente prohibidas. Básicamente, las obscenidades se
juzgaban con mucha severidad, y los perpetradores recibían el debido castigo.
Pero
eso no es asunto de un obispo. Apuesto a
que este cabrón sólo quería divertirse un poco con esto, Ester maldijo al
hombre en su corazón pero se guardó sus comentarios para sí misma.
Ella
había querido ser cautelosa cuando se involucraba en sus relaciones nocturnas,
pero ahora que era tan fácil de descubrir, supuso que eso significaría el final
de todo eso. Aceptaría cualquier castigo que se le impusiera, pero al menos
tenía que tratar de disminuir el castigo para su amado Rudel, aunque fuera un
poco.
Rudel,
a pesar de su corta edad, había pasado de diácono a sacerdote. Ester no sabía
muy bien cómo funcionaban las promociones por parte de la iglesia, pero al
menos sabía que no hacían sacerdote a cualquiera, especialmente a alguien que
todavía era adolescente. Se preguntaba si Rudel tenía el potencial para
convertirse en alguien de la elite incluso más que ella, una de los respetados
Caballeros Pegaso.
Pero
eso no importaba ahora mismo. Tenía que hacer todo lo que estuviera en su mano
para no arruinar el historial de Rudel. Ella sospechaba que él ya la odiaba, y
ella no quería que eso se intensificara. Si ese chico tan amable la rechazara
después de esto, no podría seguir adelante.
"E-espere..."
‒ Se aventuró.
Pero,
por desgracia, Ester no era exactamente brillante y esa faceta se había convertido
en su peor enemigo en este momento. No se le ocurrió nada, nada en absoluto
para su defensa.
Así,
mientras ella había logrado tartamudear una palabra, ninguna otra la siguió, y
ella se quedó en silencio.
Pero, tiene que
haber algo, algo…
como ella seguía dejando espacios en blanco, alguien más tomó la iniciativa.
"M-mis
más sinceras disculpas, lord obispo... Yo tengo la culpa de todo esto."
"¿¡Rudel!?
¿Qué...?"
La
audaz confesión del joven Rudel hizo que Ester gritara sorprendida. El obispo,
levantando una mano, puso una sonrisa lujuriosa mientras intentaba calmar a los
dos.
"Oho,
así que Rudel-kun, ¿dices que tú tienes la culpa?" ‒ preguntó Gregorius.
"Sí,
yo soy el que sedujo a la Capitana Ester." ‒ dijo Rudel, su voz temblaba
como si ya hubiera empezado a llorar.
"¿Así
que dices que tú, un frágil sanador, te las arreglaste con un Caballero Pegaso,
un guerrero de élite, y nada menos que con su capitana?"
"Sí."
"¿Te
importaría decirme cómo?"
"Bueno,
yo... uhm, fui... muy contundente..."
Si
eso fuera cierto, Rudel no habría tenido lugar como Sacerdote. Si realmente
tuviera la fuerza y el valor para enfrentarse a Ester, un caballero experto en
el uso de [Force Boost / Aumento de Fuerza] y otras habilidades marciales de
autofortalecimiento, ya se le habría sido designado un puesto en el Cuerpo de
Caballeros Blindados.
Pero
no importaba cuán descarada era la mentira que acababa de inventar. El hecho
era que había mentido por su propia voluntad. En otras palabras, había
intentado defender el honor de Ester.
"Claro,
por supuesto que lo fuiste" ‒ dijo Gregorius, perplejo.
"Sí,
lo he hecho. Así que le suplico, lord obispo, la capitana Ester no ha hecho
nada..."
"De
acuerdo, claro, claro, claro." ‒ Gregorius rápidamente hizo un gesto, ‒
"Ahora, sobre el tema principal. En realidad vine aquí con la perspectiva
de una nueva misión para ustedes dos..."
"¿Eh?"
‒ Jadearon Ester y Rudel por el cambio de tema.
"¿Cuál
es el problema? ¿No entendieron algo?"
"No,
eso no..." ‒ Ester comenzó diciendo ‒ "¿Eso es todo lo que tiene que
decir al vernos así?"
Rudel
parecía alarmantemente deprimido ya que su valiente alegato a favor de Ester
había sido ignorado tan rápidamente, así que la Caballero Pegaso preguntó al
obispo sobre sus intenciones.
"Hahaa"
‒ dijo riendo el obispo ‒ "¡He
visto este tipo de cosas sucediendo innumerables veces en nuestro ejército! Oh,
y por supuesto, puedo jurar por Dios que mantendré este asunto en secreto, por
favor, estén tranquilos."
"Que
rayos..." ‒ Ester estaba francamente desconcertada por la respuesta despreocupada.
Gregorius
sonrió como si dijera que comprendía y simpatizaba completamente con sus circunstancias,
y aunque ella todavía lo veía como sospechoso, ella entendió que él estaba
diciendo seriamente que él pasaría por alto el asunto.
"U-uhm,
lord obispo..." ‒ Rudel se aventuró tímidamente ‒ "¿harías
eso...?"
Gregorius
puso su sonrisa de clérigo y puso una mano en el hombro del chico mientras aún
estaba sentado allí postrado.
"Por
supuesto, Rudel-kun," ‒ dijo el obispo ‒ "Después de todo, es el
deber de los sacerdotes de la Cruz atender a los fatigados caballeros después
de las batallas de su día a día."
La
fe puede ser diferente dependiendo del individuo, pero todos los aquí presentes
eran seguidores de la fe de la Cruz. Así que el obispo actuó para apaciguar al
preocupado sacerdote que sí, según su Señor, estaba bien dentro de sus deberes
aliviar los corazones de los soldados cansados.
"Dependiendo
de las circunstancias, uno también puede necesitar usar su cuerpo para realizar
esta tarea." ‒ Gregorius sermoneó ‒ "Bueno, no muchos llegarían tan
lejos... pero si lo has hecho con amor, estoy seguro de que el Señor te dará su
bendición".
"Lord
obispo..." ‒Rudel quedó atónito, ‒ "¡Gracias, lord obispo!"
"Rudel-kun,
eres verdaderamente bendecido," ‒ continuó Gregorius, ‒ "Asegúrate de
agradecer al Señor por el vínculo que eres capaz de compartir con una dama tan
hermosa. ¿Por qué en mis días, tuve que pasar las noches acompañando a los
caballeros blindados? No fueron gentiles, déjame decirte".
"Uhh,
demasiada información..." ‒ Ester se encogió por haberle sido revelado el
pasado algo sodomita del obispo.
Ella
no tenía ningún interés en enterarse de esas cosas y sinceramente deseaba que
siguiera siendo un asunto privado.
"Ahora
bien, creo que eso debería calmar sus preocupaciones. ¿Puedo llegar a lo que
vine a hacer entonces?"
Ester
quería vestirse primero, pero se abstuvo de insistir innecesariamente en la
situación. No quería desenterrar un asunto resuelto.
Podría
haber sido descortés estar en frente de un obispo con nada más que una manta
que cubriera sus partes privadas, pero como él no parecía molesto por ello,
ella decidió seguir igual.
"Sí
señor, lord obispo" ‒ dijo Ester en tono serio, dirigiéndose formalmente
al oficial de más alto rango de todas las fuerzas de ocupación desplegadas
sobre Dédalos.
"Descanse,
soldado". ‒ Gregorius dijo sin reservas ‒ "Esta es una misión
estrictamente voluntaria, debo añadir. Si es posible, me gustaría que te presentaras
para el puesto."
Ester
adivinó que debe ser una misión especialmente desafiante si la gente no se había
reunido al llamado de un obispo a las armas. ¿Por qué si no habría venido a
esta remota región en la que ella había sido desplegada?
"¿Así
que dice que tengo derecho a negarme?" ‒ preguntó Ester.
"En
efecto," ‒ confirmó Gregorius ‒ "puede negarse si lo desea."
Eso
lo hizo simple. Su respuesta era, por supuesto: No. Su felicidad actual puede
ser algo pasajero y temporal, pero ella quería permanecer en la cama de Rudel
todo el tiempo que pudiera.
"Sin
embargo, capitana Ester" ‒ apeló Gregorius ‒ "creo que aceptar esta
misión será un gran mérito para usted".
"Ya
veo..." ‒ Dijo Ester, sin saber adónde iba esto ‒ "Supongo que eso
significa un bono en mi salario".
“Aprobaré
tu compromiso con Rudel-kun” ‒ comenzó el astuto obispo. ‒ "Y una vez
terminada esta misión, haré que ustedes dos puedan regresar a Sinclair para
tener una gran ceremonia. Me aseguraré de supervisar sus votos yo mismo, por
supuesto. ¿Qué opinan? Tener su matrimonio hecho por un obispo es una
experiencia que por lo general sólo los nobles pueden permitirse, ¿no? Estoy
seguro de que encuentras el prospecto demasiado atractivo para
resistirte."
Ester
estaba perpleja. No podía entender lo que este hombre estaba diciendo.
Mirando
a su lado, Rudel tenía una confusión similar a su cara. Ella dedujo que el obispo
tampoco le había dicho nada.
"E-espere...
¿de qué está hablando?" ‒ Ester rápidamente pidió una aclaración,
confundida sí, pero también expectante.
"Rudel-kun
es un huérfano. Ha crecido en la iglesia toda su vida, en otras palabras, yo
tengo la última palabra sobre con quién debe estar comprometido." ‒
Gregorius explicó ‒ "Bueno, no es tan estricto como con la nobleza y sus
matrimonios concertados, pero él ahora tiene la posición de sacerdote, así que
si lo ordeno, no podrá rechazar a esa compañera, quienquiera que sea... oops,
déjame corregirme. La compañera que yo, un obispo, escoja para él, seguramente
será a quien está destinado a vincularse, es el hecho del asunto".
La
fe de la Cruz no requería celibato para sus monjas y clérigos. Aunque se limitaba
a la monogamia, su Señor seguramente daría sus bendiciones a dos que están
verdaderamente enamorados. Dios quería que sus hombres vivieran vidas modestas
y frugales, pero no tenía ningún problema con que ellos dejaran descendencia.
‘Sean
fructíferos y multiplíquense’, ha dicho Dios. Era una línea muy conocida por
los feligreses. Por cierto, esta línea continúa, ‘y llena la tierra y subyuga y
vence a todos y cada uno de los males’.
Este
tipo de escritura había tenido muchas interpretaciones desde la antigüedad hasta
nuestros días, pero para Ester, en este momento, significaba que tenía la
oportunidad de estar unida en sagrado matrimonio con su amado Rudel.
Significaba que incluso una mujer despreciable como ella tenía una oportunidad.
Y
el obispo que la precedió tenía el poder de promulgarla. Y fue este control el
que le dio la garantía de que su promesa era realmente una posibilidad.
"...
Seguramente usted bromea, señor." ‒ Pero Ester no podía decir que sí
todavía. Apenas había retenido la expresión.
Rudel
había intentado defenderla. Tal vez, tal vez él también sentía afecto por ella
como ella lo sentía por él. Quería creer eso desesperadamente.
Si
aceptaba tan fácilmente esta oferta, se arriesgaba a traicionar ese vínculo.
Eso era algo que tenía que evitar.
"Mmm,"
‒ suspiró Gregorius, ‒ "y yo que pensé que era una buena propuesta. Parece
que me equivoqué. Mis más sinceras disculpas a los dos… de todos modos, ya que
no parecen estar tan cerca como imagino, supongo que tendré que pasar al tema
de las reasignaciones".
"E-espere,"
‒ tartamudeó Ester, ‒ "por favor espere, señor. Por reasignación, no
querrás decir..."
"Estoy
seguro de que lo has oído." ‒ Gregorius detalló ‒ "El Tercer Batallón
pronto comenzará su avance hacia Spada, y estaba pensando que quería hacer un
gesto amistoso al Conde Belgrunt enviándole algunos refuerzos".
Incluyendo
a Ester y su unidad de Caballeros Pegaso, Rudel y los otros sacerdotes en el
cuerpo de recuperación, y un gran número de soldados de a pie serían
desplegados. Sin embargo, mientras que Ester y sus chicas seguramente estarían
luchando en el frente, para capturar la Fortaleza de Gallahad, Rudel estaría
apostado muy atrás junto con los otros sanadores.
Esto
significaba que, hasta que capturaran la fortaleza, ella estaría separada de
él.
"Lo
dejaré bien claro, me gusta asignar mis recursos humanos muy
diligentemente." ‒ Gregorius dijo ‒ "Yo pongo juntos a la gente que
se lleva bien, y los separo si son contrarios. Uno debe tener sinergia para trabajar
en un ejército después de todo."
A
Ester le importa un bledo la filosofía personal de este obispo.
Acababa
de enterarse de que tal vez tendría que despedirse de Rudel mañana mismo. Eso,
no podía permitirlo.
"Pero
hay un límite a lo que puedo hacer por la gente que no está bajo mi
mando," ‒ dijo Gregorius, disculpándose, ‒ "así que
desafortunadamente, ustedes dos tendrán que ir a puestos separados..."
"Por
favor, espere, señor," ‒ Ester le cortó, ‒ "si aceptara su misión,
pediría que Rudel fuera mi ayudante exclusivo."
“Hecho”
‒ El obispo asintió fácilmente ‒ "Confío en que ustedes dos, tortolitos,
funcionarán mucho mejor si están juntos. Estoy esperando cosas buenas, Capitana."
"...
Bien, acepto." ‒ Ester dijo, y luego se corrigió ‒ "No, déjeme ser
voluntaria".
Este
era el único camino que le quedaba. Gregorius ató la correa al hombre que tan
desesperadamente quería. Pero eso no fue necesariamente algo malo. Si se
desempeñaba bien, las cosas irían bien en la dirección que deseaba. Esta
perspectiva era mejor que cualquier recompensa monetaria. Uno no podía comprar
amor después de todo.
"¡Oh!
¡Excelente respuesta, Capitana Ester! Me alegro de contar contigo." ‒
Gregorius exclamó innecesariamente, a lo que Ester siguió con un ‘Es mi honor
como caballero’, jugando por su parte.
"Bien
por ti, Rudel-kun," ‒ Gregorius se dirigió a Rudel, ‒ "De aquí en
adelante, asegúrate de apoyar a tu encantadora Capitana tanto en asuntos
públicos como privados."
"Uh....
um...." ‒ Rudel deliberó.
"Ahora
eres su prometido, ¿verdad?"
"S-sí,
lord obispo...."
Él
parecía preocupado por el repentino giro de los acontecimientos, pero incluso
con sus delicadas cejas levantadas, consintió lo que dijo su superior. Esto
demostró claramente la influencia del obispo sobre el muchacho, demostrando
cómo tenía el poder de decidir a quién podía amar el joven sacerdote.
"En
cuanto a usted, capitana" ‒ dijo Gregorius a Ester ‒ "necesito que
elija a 4 ó 5 de su unidad que nos acompañen".
"Sí,
señor."
"Debe
dirigirse al Fuerte de Alsace y esperar nuevas órdenes desde allí."
El
Obispo Gregorius le dio unas cuantas instrucciones más, y después de que
terminó, Ester finalmente le hizo la pregunta más importante.
"Señor,
si me permite preguntar, ¿cuál es exactamente nuestro objetivo para esta
misión?"
"Oops,
querida." ‒ Gregorio gritó ‒ "No puedo creer que lo olvidé,
perdóname".
¿Realmente
lo olvidó? Ester no lo sabía, ya que su cara de zorro siempre parecía estar
maquinando algo. Pero el obispo aparentemente no tenía ninguna razón para
ocultar el asunto y se lo dijo fácilmente:
"Mientras
el Tercer Batallón mantiene ocupado a Gallahad, invadiremos clandestinamente el
corazón de Pandora: la ciudad-estado de Avalon..."
Delirios de Lord:
Amos los unos a los otros hijos míos,
Y tenga sexo, mucho sexo.
Eso le ordena su Lord.
Volviendo al tema, Les dije que no sería nada bueno lo que este tipo planea.
Y no es que esté tratando de desviar la atención por el mes que estuve ausente,
para nada.