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7 nov 2018

Kuro No Maou Cap 398

Autor: Hishi Kage Dairi

Traductor: Lord

Editor: Lord



398 El Hombre Llamado Gregorius (2)

Caballeros Pegasos. Doncellas aerotransportadas que desempeñaban el papel crucial de una fuerza de combate aérea vigilante dentro del Segundo Batallón.

El Sumo Sacerdote Norz había comandado una vez una unidad del Cuerpo de Caballeros Pegaso en su misión de ocupar el oeste de Dédalos.

Cada miembro de este exclusivo cuerpo femenino era un caballero de alto nivel entrenado en las artes marciales y mágicas. Habían sido ampliamente reconocidos como una fuerza que se distinguía en cualquier campo de batalla, es decir, antes de su encuentro con el Diablo de Alsace. Los rumores de esa batalla se atrevieron a insinuar que los Caballeros Pegaso no eran tan infalibles como se cree.

Su comandante, Norz, había sido degradado severamente por su fracaso en esa ocasión, pero los aún hábiles Caballeros Pegaso no habían sido despedidos como su superior, eran demasiado valiosos para no usarlos.


Estas doncellas habían sido asignadas desde entonces bajo el mando de otro comandante, y seguían contribuyendo a los esfuerzos de ocupación.

En los últimos tiempos, sus tareas consistían en reprimir los diversos movimientos rebeldes que brotaban por todo Dédalos. Estos rebeldes eran pocos en número, pero sus ataques de guerrilla eran repentinos y esporádicos, lo que hacía que fueran un dolor de cabeza para las diversas fuerzas de ocupación desplegadas por todo el país.

Y los Caballeros Pegaso, con su velocidad superior otorgada por el transporte aéreo, habían sido perfectos para la tarea. Día y noche, recorrían los cielos, vigilando las distintas aldeas y pueblos y subyugando a los rebeldes mal armados cuando los encontraban. Sobre el papel, habían estado manteniendo la paz, pero esos caballeros de élite, entrenados para una batalla épica, sentían que sus deberes actuales no eran más que tareas serviles.

No veían ninguna meta clara ni progreso, y cada día que pasaba se acumulaban más fatigas. Fatiga y frustración.

Incluso Ester, todavía activa como su capitana oficial, necesitaba un escape a eso.

"... Haah." – Ester suspiró con un suspiro muy fuerte.

Peinó hacia atrás su largo y despeinado cabello dentro de su tienda de campaña, que estaba en medio de un lento enfriamiento por el calor húmedo que habían generado sus ocupantes.

A su lado, sobre finas sábanas, yacía un chico delgado y pequeño, durmiendo profundamente. El chico estaba desnudo, como el día que nació. Su piel, que Ester notó que era más suave que la suya, brillaba con gotas de sudor por todas partes, y su esponjoso cabello castaño parecía marcadamente erizado en comparación con su estado de aseo habitual.

La delicada figura tendida con la espalda expuesta daba la llamativa imagen de una doncella pagana que había sido violada por un soldado de a pie.

"... otra vez no." ‒ Dijo Ester consternada.

Esta cuestionable escena había sido creada por nada menos que por la propia Ester. Aunque los papeles pueden haber sido invertidos, el hecho es que ella había atacado a alguien del sexo opuesto.

Su tono indicaba que estaba profundamente arrepentida. Su mente se había aclarado ahora que había expulsado todo su deseo, y sonaba como una niña que prometía mantener su dieta justo después de haber comido tres platos.

"Esto es malo... No puedo seguir haciendo esto..."

Ester había cometido la primera de estas ofensas en la noche del 2º día del mes del Primer Fuego, es decir, en un momento en que la batalla en Alsace aún estaba en curso.

Ella había tenido los ojos puestos en este chico durante mucho tiempo, desde los días de la academia de caballeros, y esa noche, había tenido el valor de invitarlo a su tienda de campaña. Entonces ella se armó de valor para tomarlo allí mismo.

Dicho esto, técnicamente él había dado su consentimiento.

El primer día de esa dura batalla en Alsace había generado muchas pérdidas en el frente de los Cruzados. Habían terminado retirándose bajo la feroz resistencia de los demonios, y la unidad de Caballeros Pegaso de Ester también había sufrido duras pérdidas. Increíblemente, una sola y monstruosa Hada había eliminado a su capitán, vice capitán y a muchas buenas mujeres de la fuerza.

Haciendo uso de su triste situación, Ester le había invitado directamente, ‘Déjame tener esto antes de morir’, e inmediatamente lo empujó hacia abajo. Ella había querido hacerlo mejor, realmente quería. Pero una vez que decidió hacerlo, esas fueron las palabras que dijo.

Había aprendido que no era la persona indicada para transmitir adecuadamente una confesión de amor cuando estaba bajo estrés.

Y la situación parecía tan grave como lo era, él había consentido, aunque estaba confundido. En serio, lo hizo. Ella se acordó de él. Ella le había visto asentir con la cabeza, lo que significaba que él había dado su consentimiento. Lo que significa que lo que hizo no fue violación, sino hacer el amor.

Todo dicho y hecho, esa fue la noche en que Ester cambió su clase de doncella a mujer.

Todo fue por culpa de esa Hada abandonada por Dios que Ester se había atrevido a hacer lo que había hecho. La poderosa telepatía del poderoso demonio había sembrado esas ideas en su mente. Por otro lado, también se podría decir que fue gracias a esa hada que pudo satisfacer su amor.

Pero ahora tenía un nuevo problema. Al final, no había sido capaz de transmitir adecuadamente sus sentimientos y cada vez que ella le preguntaba, le exigía realmente, él ponía una cara problemática y de obligación. Ella sabía que se estaba aprovechando de él, usándolo.

Después de esa única vez, había aprovechado todas las oportunidades... para satisfacer ese deseo. Con sus tediosas y aparentemente interminables misiones en los últimos tiempos, habían estado haciendo el acto casi todas las noches. En realidad, hoy, ella incluso lo había arrastrado a una de las casas vacías del pueblo a plena luz del día. Sin embargo, tuvo que terminar a mitad de camino, ya que escuchó a su vice capitán, Flan, que la llamaba y no podía descuidar realmente su deber.

Todavía tenía que confesar sus sentimientos y, por lo tanto, no podía saber cómo se sentía su pareja. Era como si ella sólo deseara su cuerpo, día tras día. No eran ni amantes ni amigos. ¿No era diferente a un esclavo entonces? Incluso se preguntaba si tal vez contratar a un prostituto sería mejor que el lío de relación en la que ella estaba, al menos entonces el hombre recibiría el pago que le correspondía.

Se había dado cuenta de que este tipo de relación no duraría mucho tiempo. Pero a pesar de eso, no pudo detenerse. Tal vez algún día, él simplemente huiría de ella.

Ester estaba asustada. Tenía miedo de perder la felicidad, el placer de haber conseguido a la persona que amaba. Tenía menos miedo de morir en el campo que de perderlo. Ella tenía aún menos miedo de enfrentarse a esa Hada miserable que la perspectiva de no tenerlo más.

Y sin embargo, sólo podía pensar en detenerlo a la fuerza si intentaba escapar. En realidad, a estas alturas, ¿cómo iba a confesarse de todos modos? Era demasiado tarde para tener la relación que realmente deseaba.

"Joder.... ¿qué se supone que tenía que hacer...?" ‒ murmuró.

Después de enfriarse, Ester levantó lánguidamente su cuerpo.

"Hoolaaa, peeerdone mi intrusión, Srta. Capitana Ester." ‒ Dijo una voz nasal, claramente masculina; el hombre mismo estaba entrando en su tienda mientras hablaba.

"¡Qué! Bastardo, tienes el valor de..."

Ester rápidamente cubrió la parte superior de su cuerpo con una manta, y tomó su estoque que había estado descansando al lado de su almohada. En un rápido movimiento, la punta de la espada había sido blandida hacia el repentino invasor de su tienda privada.

Si este hombre hubiera sido uno de los soldados de a pie que se emborrachó e intentó tontamente acostarse con un Caballero Pegaso, habría tenido su hoja de mitril en lo más profundo de su corazón en este momento.

Sin embargo, la hoja de Ester no se movió ni un centímetro hacia su objetivo.

"Usted es... Obispo Gregorius, mi señor..."

"Dios mío, ¿sabías de mí? ¿O fueron estas túnicas las que te lo dijeron? Supongo que no importa. Capitana Ester, me doy cuenta de que es muy tarde, pero tengo una oferta que debes..."

El hombre que había aparecido de repente y que había empezado a hablarle de la misma manera de la nada era sin duda el Obispo Gregorius, su superior y comandante del ejército al que ella y sus chicas habían sido destinadas en la actualidad.

Ella lo había visto en múltiples ocasiones y, aunque ella no era exactamente una estudiante modelo, seguía siendo un caballero graduado de la academia, lo que significaba que no confundiría la vestimenta de un obispo.

"Oho, ¿el chico que duerme allí es Rudel-kun? Dios mío, eso me ahorra la molestia de llamarlo".

Era una tienda pequeña después de todo. Se podía ver fácilmente la presencia de la persona adicional que dormía dentro, no importaba lo pequeño que fuera.

Mierda, esto no puede ser, antes de que la mente de Ester fuera capaz de procesar lo que estaba pasando, Gregorius ya estaba empujando a Rudel en el hombro para despertarlo. Rudel, el chico desnudo que dormía a su lado, el chico al que amaba tan entrañablemente.

"Nh, uh... ¿Ester-san?" ‒ Rudel murmuró medio dormido.

"Oh, disculpas Rudel-kun" ‒ dijo el obispo, ‒ "Desafortunadamente no soy la mujer que se acostó contigo. Pero me gustaría que te despertaras, tengo algo muy importante que me gustaría que escucharas."

Ester estaba sudando a cantaros mientras esperaba que Rudel abriera sus grandes y soñolientos ojos. Era tan lindo... No era el momento para eso. Las cosas se estaban saliendo de control.

"Hwa.... uh, ¿huh? ¿Eh?"

Rudel parpadeó varias veces al ver al hombre con cara de zorro frente a él.

"Y buuuenos días a ti, Rudel-kun" ‒ saludó Gregorius, estirando sus palabras.

"Haa" ‒ Rudel bostezó, ‒ "¡Buenos días!"

Que es cuando finalmente se dio cuenta con quién había estado hablando. Rudel gritó como una niña mientras se postraba simultáneamente ante su superior en ese mismo instante. Desnudo y sudoroso.

"G-Gregorius-sama.... ¿qu-qu-qué necesita usted de mí…?" ‒ Rudel tartamudeó temeroso.

Ester no podía ver su cara, ya que en ese momento estaba realizando una dogeza desnudo sobre las sábanas, pero podía imaginar que era mucho más pálida que la suya.

Ester era un caballero, pero Rudel era un hombre de costumbres. Él actualmente estaba sirviendo al ejército como Sacerdote, en otras palabras, como sanador, pero su trabajo original era el de un sacerdote que servía a la iglesia. Mientras que Ester estaba más en el lado militar de las cosas, para Rudel el obispo era su superior en ambos trabajos, lo que lo puso en una posición precaria por decir lo menos.

(NT: Man of the cloth, se traduce como ‘hombre de costumbres’, pero creo que aquí lo usan para referirse a alguien con un cargo religioso)

"Bien, esto es un poco importante, así que tenía que decírselos de inmediato. Me disculpo por entrometerme en su diversión, pero trataré de no quitarles mucho tiempo. Por favor, siéntanse libres de continuar donde lo dejaron una vez que haya terminado, o descansen para mañana, lo que quieran".

La broma inapropiada del obispo había servido para informar a la pareja de que estaba al tanto de lo que había ocurrido recientemente dentro de la tienda. Más bien, lo considerarían extraño si no hubiera llegado a esa conclusión al ver a un hombre y una mujer desnudos juntos en la cama.

En otras palabras, no podían poner excusas.

¿Había venido Gregorius aquí para castigar al Sacerdote y a la Caballero Pegaso que participaban en actos ilícitos? Todos sabían que la iglesia no permitía las relaciones carnales fuera del matrimonio, y que las relaciones entre personas del mismo sexo estaban totalmente prohibidas. Básicamente, las obscenidades se juzgaban con mucha severidad, y los perpetradores recibían el debido castigo.

Pero eso no es asunto de un obispo. Apuesto a que este cabrón sólo quería divertirse un poco con esto, Ester maldijo al hombre en su corazón pero se guardó sus comentarios para sí misma.

Ella había querido ser cautelosa cuando se involucraba en sus relaciones nocturnas, pero ahora que era tan fácil de descubrir, supuso que eso significaría el final de todo eso. Aceptaría cualquier castigo que se le impusiera, pero al menos tenía que tratar de disminuir el castigo para su amado Rudel, aunque fuera un poco.

Rudel, a pesar de su corta edad, había pasado de diácono a sacerdote. Ester no sabía muy bien cómo funcionaban las promociones por parte de la iglesia, pero al menos sabía que no hacían sacerdote a cualquiera, especialmente a alguien que todavía era adolescente. Se preguntaba si Rudel tenía el potencial para convertirse en alguien de la elite incluso más que ella, una de los respetados Caballeros Pegaso.

Pero eso no importaba ahora mismo. Tenía que hacer todo lo que estuviera en su mano para no arruinar el historial de Rudel. Ella sospechaba que él ya la odiaba, y ella no quería que eso se intensificara. Si ese chico tan amable la rechazara después de esto, no podría seguir adelante.

"E-espere..." ‒ Se aventuró.

Pero, por desgracia, Ester no era exactamente brillante y esa faceta se había convertido en su peor enemigo en este momento. No se le ocurrió nada, nada en absoluto para su defensa.

Así, mientras ella había logrado tartamudear una palabra, ninguna otra la siguió, y ella se quedó en silencio.

Pero, tiene que haber algo, algo… como ella seguía dejando espacios en blanco, alguien más tomó la iniciativa.

"M-mis más sinceras disculpas, lord obispo... Yo tengo la culpa de todo esto."

"¿¡Rudel!? ¿Qué...?"

La audaz confesión del joven Rudel hizo que Ester gritara sorprendida. El obispo, levantando una mano, puso una sonrisa lujuriosa mientras intentaba calmar a los dos.

"Oho, así que Rudel-kun, ¿dices que tú tienes la culpa?" ‒ preguntó Gregorius.

"Sí, yo soy el que sedujo a la Capitana Ester." ‒ dijo Rudel, su voz temblaba como si ya hubiera empezado a llorar.

"¿Así que dices que tú, un frágil sanador, te las arreglaste con un Caballero Pegaso, un guerrero de élite, y nada menos que con su capitana?"

"Sí."

"¿Te importaría decirme cómo?"

"Bueno, yo... uhm, fui... muy contundente..."

Si eso fuera cierto, Rudel no habría tenido lugar como Sacerdote. Si realmente tuviera la fuerza y el valor para enfrentarse a Ester, un caballero experto en el uso de [Force Boost / Aumento de Fuerza] y otras habilidades marciales de autofortalecimiento, ya se le habría sido designado un puesto en el Cuerpo de Caballeros Blindados.

Pero no importaba cuán descarada era la mentira que acababa de inventar. El hecho era que había mentido por su propia voluntad. En otras palabras, había intentado defender el honor de Ester.

"Claro, por supuesto que lo fuiste" ‒ dijo Gregorius, perplejo.

"Sí, lo he hecho. Así que le suplico, lord obispo, la capitana Ester no ha hecho nada..."

"De acuerdo, claro, claro, claro." ‒ Gregorius rápidamente hizo un gesto, ‒ "Ahora, sobre el tema principal. En realidad vine aquí con la perspectiva de una nueva misión para ustedes dos..."

"¿Eh?" ‒ Jadearon Ester y Rudel por el cambio de tema.

"¿Cuál es el problema? ¿No entendieron algo?"

"No, eso no..." ‒ Ester comenzó diciendo ‒ "¿Eso es todo lo que tiene que decir al vernos así?"

Rudel parecía alarmantemente deprimido ya que su valiente alegato a favor de Ester había sido ignorado tan rápidamente, así que la Caballero Pegaso preguntó al obispo sobre sus intenciones.

"Hahaa" ‒ dijo riendo el obispo ‒  "¡He visto este tipo de cosas sucediendo innumerables veces en nuestro ejército! Oh, y por supuesto, puedo jurar por Dios que mantendré este asunto en secreto, por favor, estén tranquilos."

"Que rayos..." ‒ Ester estaba francamente desconcertada por la respuesta despreocupada.

Gregorius sonrió como si dijera que comprendía y simpatizaba completamente con sus circunstancias, y aunque ella todavía lo veía como sospechoso, ella entendió que él estaba diciendo seriamente que él pasaría por alto el asunto.

"U-uhm, lord obispo..." ‒ Rudel se aventuró tímidamente ‒ "¿harías eso...?"

Gregorius puso su sonrisa de clérigo y puso una mano en el hombro del chico mientras aún estaba sentado allí postrado.

"Por supuesto, Rudel-kun," ‒ dijo el obispo ‒ "Después de todo, es el deber de los sacerdotes de la Cruz atender a los fatigados caballeros después de las batallas de su día a día."

La fe puede ser diferente dependiendo del individuo, pero todos los aquí presentes eran seguidores de la fe de la Cruz. Así que el obispo actuó para apaciguar al preocupado sacerdote que sí, según su Señor, estaba bien dentro de sus deberes aliviar los corazones de los soldados cansados.

"Dependiendo de las circunstancias, uno también puede necesitar usar su cuerpo para realizar esta tarea." ‒ Gregorius sermoneó ‒ "Bueno, no muchos llegarían tan lejos... pero si lo has hecho con amor, estoy seguro de que el Señor te dará su bendición".

"Lord obispo..." ‒Rudel quedó atónito, ‒ "¡Gracias, lord obispo!"

"Rudel-kun, eres verdaderamente bendecido," ‒ continuó Gregorius, ‒ "Asegúrate de agradecer al Señor por el vínculo que eres capaz de compartir con una dama tan hermosa. ¿Por qué en mis días, tuve que pasar las noches acompañando a los caballeros blindados? No fueron gentiles, déjame decirte".

"Uhh, demasiada información..." ‒ Ester se encogió por haberle sido revelado el pasado algo sodomita del obispo.

Ella no tenía ningún interés en enterarse de esas cosas y sinceramente deseaba que siguiera siendo un asunto privado.

"Ahora bien, creo que eso debería calmar sus preocupaciones. ¿Puedo llegar a lo que vine a hacer entonces?"

Ester quería vestirse primero, pero se abstuvo de insistir innecesariamente en la situación. No quería desenterrar un asunto resuelto.

Podría haber sido descortés estar en frente de un obispo con nada más que una manta que cubriera sus partes privadas, pero como él no parecía molesto por ello, ella decidió seguir igual.

"Sí señor, lord obispo" ‒ dijo Ester en tono serio, dirigiéndose formalmente al oficial de más alto rango de todas las fuerzas de ocupación desplegadas sobre Dédalos.

"Descanse, soldado". ‒ Gregorius dijo sin reservas ‒ "Esta es una misión estrictamente voluntaria, debo añadir. Si es posible, me gustaría que te presentaras para el puesto."

Ester adivinó que debe ser una misión especialmente desafiante si la gente no se había reunido al llamado de un obispo a las armas. ¿Por qué si no habría venido a esta remota región en la que ella había sido desplegada?

"¿Así que dice que tengo derecho a negarme?" ‒ preguntó Ester.

"En efecto," ‒ confirmó Gregorius ‒ "puede negarse si lo desea."

Eso lo hizo simple. Su respuesta era, por supuesto: No. Su felicidad actual puede ser algo pasajero y temporal, pero ella quería permanecer en la cama de Rudel todo el tiempo que pudiera.

"Sin embargo, capitana Ester" ‒ apeló Gregorius ‒ "creo que aceptar esta misión será un gran mérito para usted".

"Ya veo..." ‒ Dijo Ester, sin saber adónde iba esto ‒ "Supongo que eso significa un bono en mi salario".

“Aprobaré tu compromiso con Rudel-kun” ‒ comenzó el astuto obispo. ‒ "Y una vez terminada esta misión, haré que ustedes dos puedan regresar a Sinclair para tener una gran ceremonia. Me aseguraré de supervisar sus votos yo mismo, por supuesto. ¿Qué opinan? Tener su matrimonio hecho por un obispo es una experiencia que por lo general sólo los nobles pueden permitirse, ¿no? Estoy seguro de que encuentras el prospecto demasiado atractivo para resistirte."

Ester estaba perpleja. No podía entender lo que este hombre estaba diciendo.

Mirando a su lado, Rudel tenía una confusión similar a su cara. Ella dedujo que el obispo tampoco le había dicho nada.

"E-espere... ¿de qué está hablando?" ‒ Ester rápidamente pidió una aclaración, confundida sí, pero también expectante.

"Rudel-kun es un huérfano. Ha crecido en la iglesia toda su vida, en otras palabras, yo tengo la última palabra sobre con quién debe estar comprometido." ‒ Gregorius explicó ‒ "Bueno, no es tan estricto como con la nobleza y sus matrimonios concertados, pero él ahora tiene la posición de sacerdote, así que si lo ordeno, no podrá rechazar a esa compañera, quienquiera que sea... oops, déjame corregirme. La compañera que yo, un obispo, escoja para él, seguramente será a quien está destinado a vincularse, es el hecho del asunto".

La fe de la Cruz no requería celibato para sus monjas y clérigos. Aunque se limitaba a la monogamia, su Señor seguramente daría sus bendiciones a dos que están verdaderamente enamorados. Dios quería que sus hombres vivieran vidas modestas y frugales, pero no tenía ningún problema con que ellos dejaran descendencia.

‘Sean fructíferos y multiplíquense’, ha dicho Dios. Era una línea muy conocida por los feligreses. Por cierto, esta línea continúa, ‘y llena la tierra y subyuga y vence a todos y cada uno de los males’.

Este tipo de escritura había tenido muchas interpretaciones desde la antigüedad hasta nuestros días, pero para Ester, en este momento, significaba que tenía la oportunidad de estar unida en sagrado matrimonio con su amado Rudel. Significaba que incluso una mujer despreciable como ella tenía una oportunidad.

Y el obispo que la precedió tenía el poder de promulgarla. Y fue este control el que le dio la garantía de que su promesa era realmente una posibilidad.

"... Seguramente usted bromea, señor." ‒ Pero Ester no podía decir que sí todavía. Apenas había retenido la expresión.

Rudel había intentado defenderla. Tal vez, tal vez él también sentía afecto por ella como ella lo sentía por él. Quería creer eso desesperadamente.

Si aceptaba tan fácilmente esta oferta, se arriesgaba a traicionar ese vínculo. Eso era algo que tenía que evitar.

"Mmm," ‒ suspiró Gregorius, ‒ "y yo que pensé que era una buena propuesta. Parece que me equivoqué. Mis más sinceras disculpas a los dos… de todos modos, ya que no parecen estar tan cerca como imagino, supongo que tendré que pasar al tema de las reasignaciones".

"E-espere," ‒ tartamudeó Ester, ‒ "por favor espere, señor. Por reasignación, no querrás decir..."

"Estoy seguro de que lo has oído." ‒ Gregorius detalló ‒ "El Tercer Batallón pronto comenzará su avance hacia Spada, y estaba pensando que quería hacer un gesto amistoso al Conde Belgrunt enviándole algunos refuerzos".

Incluyendo a Ester y su unidad de Caballeros Pegaso, Rudel y los otros sacerdotes en el cuerpo de recuperación, y un gran número de soldados de a pie serían desplegados. Sin embargo, mientras que Ester y sus chicas seguramente estarían luchando en el frente, para capturar la Fortaleza de Gallahad, Rudel estaría apostado muy atrás junto con los otros sanadores.

Esto significaba que, hasta que capturaran la fortaleza, ella estaría separada de él.

"Lo dejaré bien claro, me gusta asignar mis recursos humanos muy diligentemente." ‒ Gregorius dijo ‒ "Yo pongo juntos a la gente que se lleva bien, y los separo si son contrarios. Uno debe tener sinergia para trabajar en un ejército después de todo."

A Ester le importa un bledo la filosofía personal de este obispo.

Acababa de enterarse de que tal vez tendría que despedirse de Rudel mañana mismo. Eso, no podía permitirlo.

"Pero hay un límite a lo que puedo hacer por la gente que no está bajo mi mando," ‒ dijo Gregorius, disculpándose, ‒ "así que desafortunadamente, ustedes dos tendrán que ir a puestos separados..."

"Por favor, espere, señor," ‒ Ester le cortó, ‒ "si aceptara su misión, pediría que Rudel fuera mi ayudante exclusivo."

“Hecho” ‒ El obispo asintió fácilmente ‒ "Confío en que ustedes dos, tortolitos, funcionarán mucho mejor si están juntos. Estoy esperando cosas buenas, Capitana."

"... Bien, acepto." ‒ Ester dijo, y luego se corrigió ‒ "No, déjeme ser voluntaria".

Este era el único camino que le quedaba. Gregorius ató la correa al hombre que tan desesperadamente quería. Pero eso no fue necesariamente algo malo. Si se desempeñaba bien, las cosas irían bien en la dirección que deseaba. Esta perspectiva era mejor que cualquier recompensa monetaria. Uno no podía comprar amor después de todo.

"¡Oh! ¡Excelente respuesta, Capitana Ester! Me alegro de contar contigo." ‒ Gregorius exclamó innecesariamente, a lo que Ester siguió con un ‘Es mi honor como caballero’, jugando por su parte.

"Bien por ti, Rudel-kun," ‒ Gregorius se dirigió a Rudel, ‒ "De aquí en adelante, asegúrate de apoyar a tu encantadora Capitana tanto en asuntos públicos como privados."

"Uh.... um...." ‒ Rudel deliberó.

"Ahora eres su prometido, ¿verdad?"

"S-sí, lord obispo...."

Él parecía preocupado por el repentino giro de los acontecimientos, pero incluso con sus delicadas cejas levantadas, consintió lo que dijo su superior. Esto demostró claramente la influencia del obispo sobre el muchacho, demostrando cómo tenía el poder de decidir a quién podía amar el joven sacerdote.

"En cuanto a usted, capitana" ‒ dijo Gregorius a Ester ‒ "necesito que elija a 4 ó 5 de su unidad que nos acompañen".

"Sí, señor."

"Debe dirigirse al Fuerte de Alsace y esperar nuevas órdenes desde allí."

El Obispo Gregorius le dio unas cuantas instrucciones más, y después de que terminó, Ester finalmente le hizo la pregunta más importante.

"Señor, si me permite preguntar, ¿cuál es exactamente nuestro objetivo para esta misión?"

"Oops, querida." ‒ Gregorio gritó ‒ "No puedo creer que lo olvidé, perdóname".

¿Realmente lo olvidó? Ester no lo sabía, ya que su cara de zorro siempre parecía estar maquinando algo. Pero el obispo aparentemente no tenía ninguna razón para ocultar el asunto y se lo dijo fácilmente:

"Mientras el Tercer Batallón mantiene ocupado a Gallahad, invadiremos clandestinamente el corazón de Pandora: la ciudad-estado de Avalon..."


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Delirios de Lord:
Amos los unos a los otros hijos míos,
Y tenga sexo, mucho sexo.
Eso le ordena su Lord.
Volviendo al tema, Les dije que no sería nada bueno lo que este tipo planea.
Y no es que esté tratando de desviar la atención por el mes que estuve ausente,
para nada.