Traductor: Lord
Editor: Lord
Capítulo
07 Un Verdadero Silveltiano
“¿Mestizos?
¿Derecho a hablar? ¡Patético! La gente de Siltvelt, especialmente los que están
en esta sala, ¿no han olvidado lo más importante de todo?” ‒ Contestó Atlas.
Puede
que sólo fuera una niña, pero se sacudió la respuesta de enojo de Jaralis como
si no estuviera afectada en absoluto.
“¡¿Qué?!”
‒ gritó Jaralis.
“¡Cállate
la boca!” ‒ gritó otro miembro.
“¿A-Atlas?”
‒ Fohl tartamudeó.
“No
lo haré. No sería capaz de perdonarme a mí misma si me quedara mirando esta
farsa sin decir lo que pienso. Mi intelecto, mi intuición y mi corazón me están
diciendo que sus acciones están equivocadas” ‒ respondió ella.
Mientras
Atlas hablaba, pude sentir una especie de energía que brotaba de su cuerpo. La
energía tomó la forma de un tigre y bajó sobre los líderes de Siltvelt. Se
sentía similar a la sed de sangre, pero no exactamente igual. Me preguntaba si
era algún tipo de aplicación avanzada de la fuerza vital.
Atlas
estampó un pie delante de ella y el impacto provocó que el suelo se abriera.
Los miembros circundantes de los líderes de Siltvelt tragaron saliva.
“¿P-podría
ella ser…”
“Imposible…”
La
forma en que temblaban de miedo parecía implicar que sabían algo que yo no
sabía, pero esa no era realmente mi preocupación en este momento. Decidí cruzar
los brazos, sentarme como un rey en un trono y escucharla.
“Quiero
que todos recuerden el propósito original de Siltvelt. Recuerden por qué llegó a
existir en primer lugar. Dicen que veneran al Héroe del Escudo, pero aquí lo
tratan como mugre” ‒ gritó ella.
“¡¿Q-qué
estás diciendo?! ¿No le hemos dado la bienvenida al Héroe del Escudo…?”
“Entonces
díganme, ¿por qué el Sr. Naofumi, el Héroe del Escudo, se ve tan molesto? ¿De
verdad creen que no nos hemos dado cuenta de las innumerables veces que han
tratado mal al Sr. Naofumi desde que llegamos?” ‒ Ella continuó.
Todos
temblaban como un grupo de niños siendo regañados por su madre.
“¡Me
avergüenza haber admirado su supuesta devoción religiosa!” ‒ gritó.
Oh
sí. Atlas había hablado de lo fantástica que era su devoción varias veces
antes. Había estado planeando tener una charla con ella sobre eso antes de que
pasara mucho tiempo.
“Ahora
bien, gente de Siltvelt, ¿saben cómo se fundó este país? ¿Pueden decirme por
qué existe?” ‒ preguntó.
“¡Por
supuesto! Fue fundada por el Héroe del Escudo y existe por el bien del Héroe
del Escudo” ‒ contestó uno de ellos.
Había
mordido el anzuelo. Atlas señaló al hombre.
“¡Así
es! ¡Siltvelt fue construido por el Héroe del Escudo, al igual que la aldea de
Melromarc fue reconstruida por el Sr. Naofumi! Y aun así, hacen amenazas
encubiertas de enviar asesinos a la aldea. Sus acciones son una vergüenza para
la fundación de su propio país” ‒ exclamó.
“¡To-tonterías!”
“¡Siltvelt
es un país enorme! Ese pueblo en Melromarc es…”
“¿Y
Siltvelt comenzó como un gran país? ¿Están diciendo que la aldea que el Sr.
Naofumi, el Héroe del Escudo, está reconstruyendo es insignificante simplemente
porque es pequeña?” ‒ ella increpó.
El
castigo de Atlas no tenía fin a la vista. Estaba realmente en racha.
“¿Quieren
que los libros de historia hablen de un mundo que anhelaba algo nuevo y fresco
en lugar de conformarse con fósiles viejos y desgastados?”
“Ugh…
Pero…”
“¿Cuál
es el propósito de nuestro poder -estas garras y estos colmillos nuestros- en
primer lugar? ¡Piensen en ello! ¿Es la dominación del mundo? ¿O es para
proteger a otros? ¡No es ninguna de las dos cosas! ¡Es todo por el bien del Sr.
Naofumi, el Héroe del Escudo!” ‒ gritó.
Los
miembros líderes -Werner, en particular- comenzaron a asentir con la cabeza
repetidamente.
“¿No
han pasado años y años afilando esos colmillos para prepararse para cuando sean
necesarios? Pueden insultarme y llamarme mestiza si quieren, pero eso no cambia
lo que esta sangre que corre por mis venas me dice. ¡Exige mi lealtad al Sr.
Naofumi!”
Algún
tipo de aura extraña comenzó a formarse alrededor de Atlas, y los líderes
comenzaron a aplaudir gradualmente. No podía creerlo. ¿Se tragarían cualquier
cosa que se les sirva?
“¡Así
es! ¡Las olas de destrucción están sobre nosotros! ¡El destino de las generaciones
futuras está en manos del Héroe del Escudo! ¿No hemos afilado nuestros
colmillos para poder ayudarlo? ¡Entonces declaren su lealtad al Sr. Naofumi!
¡Sírvanle como debe hacerlo un sirviente!”
El
rugido de los aplausos llenó el aire. Yo sólo miraba de forma ausente.
Raphtalia tenía una mirada de incredulidad en su cara. Había un solo
teriántropo león, junto con un compañero, que se negó a unirse a los aplausos.
Era Jaralis, de pie, frunciendo el ceño.
“¿A-Atlas?”
‒ Murmuró de nuevo Fohl.
Él
la miraba con una expresión de asombro.
“No
lo sé. Nada de lo que dijo me parece totalmente erróneo, así que no puedo
discutir con ella” ‒ dijo Raphtalia.
Ella
parecía estar de acuerdo con Atlas.
“Sí.
Su razonamiento de ser leal al pequeño Naofumi y su voluntad de luchar no pueden
ser reprochados” ‒ contestó Sadina.
“¿Hm?
Luchamos contra las olas porque el Amo nos lo pidió, ¿verdad?” ‒ Dijo Firo.
Todos
expresaron su apoyo como si fuera completamente obvio. Al ver esto, todos los
miembros líderes de Siltvelt se arrodillaron, como si de repente hubieran
vuelto a sus sentidos.
“No
puedo creer que una niña me haya tenido que decir algo así. Pero es lo como
ella dice” ‒ respondió Werner.
“¡Existimos
por el bien del Héroe del Escudo! Se suponía que nuestro propósito era rescatar
al mundo de la destrucción que se avecinaba. Y sin embargo, intentamos tratar
al Héroe del Escudo como una herramienta para ganar poder para nosotros mismos.
Es incalificable” ‒ gritó otro de los miembros.
Todos
los que habían estado aplaudiendo se inclinaron ante mí. En un marcado
contraste con todos ellos, Jaralis y su compinche nos miraron a mí y a Atlas.
“¡Protesto!
Sostengo que este Héroe del Escudo que está ante nosotros no es el verdadero Héroe
del Escudo que tanto anhela Siltvelt” ‒ Rugió Jaralis.
“¡Jaralis,
bastardo! ¡Tu insolencia se ha pasado de la raya!” ‒ Werner irrumpió,
reprendiendo a Jaralis.
“¿Insolencia?
Estás equivocado. Es exactamente porque me preocupo profundamente por Siltvelt
que estoy expresando con calma mi opinión para que podamos evitar tomar
decisiones tontas” ‒ respondió Jaralis.
Hmph.
Su redacción era un poco sensacionalista, pero tenía la sensación de que lo que
decía no estaba mal. Toda la actitud de ‘La palabra del Héroe del Escudo es
ley’ era aceptada un poco ciegamente en primer lugar. Eso podría fácilmente
causar problemas. Si la situación hubiera sido diferente, habría estado de
acuerdo con él. Pero en este momento, sólo se estaba interponiendo en el
camino. En cuyo caso, me preguntaba qué hacer con él.
¿Hm?
Atlas debe haber tenido algo más que decir, porque respiró hondo y…
“¡El
Sr. Naofumi, no, nuestro Dios no se equivoca!” ‒ gritó a toda voz.
Esa
pequeña imbécil. Empezaba a pensar que podría ser un genio a la hora de crear
problemas. ¿Y qué demonios? Esta gente estaba asintiendo. ¡Incluso yo podía
admitir que cometía errores de vez en cuando! Tendría que hacer entrar en razón
a Atlas más tarde.
“¿O
eres tan tonto como para intentar decir que el Sr. Naofumi es un héroe falso?”
‒ ella preguntó.
“En
absoluto. No tengo intención de llegar tan lejos. Simplemente estoy diciendo
que no creo que sea el Héroe del Escudo que hemos estado esperando” ‒ contestó
Jaralis.
Él
intentaba evitar atraer más desaprobación objetando sin negar abiertamente que
yo era el Héroe del Escudo. Fue la respuesta de un verdadero político.
“Me
pregunto si lo que estamos viendo ahora son realmente las olas de destrucción
de las que hablan las leyendas. Como se dice, la prisa genera pérdidas. Si
estas son realmente las olas profetizadas para destruir el mundo, entonces ¿por
qué el Héroe del Escudo fue convocado con éxito por nuestro enemigo, Melromarc?
De hecho, el hecho de que el Héroe del Escudo fuera llamado al territorio de
nuestro enemigo es la prueba definitiva de que ahora no es el momento que se ha
predicho” ‒ rugió.
No
había discusión de que las cosas hubieran resultado de otra manera si yo
hubiera sido invocado en Siltvelt. Probablemente estaría pasando tiempo con mi
harem, haciendo algo de ese ‘libertinaje desenfrenado’ del que a Sadina le
gustaba hablar, aunque quería creer que eso no habría ocurrido.
“No,
me temo que esa teoría no está sustentada” ‒ contestó Atlas.
Ella
agitó la cabeza en desacuerdo. ¿Iba a discutir?
“Es
exactamente porque este es el tiempo profetizado que el Héroe del Escudo fue invocado
junto con los otros tres héroes santos. El verdadero poder de los héroes reside
en compartir sus poderes individuales entre sí. En otras palabras, el Sr.
Naofumi fue invocado a Melromarc porque es un lugar apropiado para los otros
tres héroes. Esa es tu prueba de que el mundo está en peligro” ‒ continuó.
“¡Guarda
tus sofismas para ti misma!” ‒ Rugió Jaralis.
“¿Quién
es el verdadero sofista aquí? ¡Hablo como alguien que ha jurado su lealtad al
Sr. Naofumi!” ‒ ella explotó.
Los
miembros líderes de Siltvelt tragaron y se quedaron completamente en silencio.
En ese momento, una voz vino desde cerca de la entrada del salón del trono.
“Ridiculizas
a la niña, pero ella tiene una voluntad fuerte y es tan feroz como un tigre. Si
uno preguntara cuál de ustedes es el verdadero Siltveltiano, sospecho que
cualquiera de los presentes respondería que es la niña” ‒dijo la voz.
Todos
se dieron la vuelta. En la entrada había un teriántropo que parecía una
tortuga. Y a su lado estaba el contacto de Fohl, el hakuko que había conocido
esa mañana temprano. La cola de la tortuga parecía una serpiente. Tal vez era
sólo mi imaginación, pero algo en él lo hacía parecer regordete.
“¿Quién
eres tú?” ‒ Le pregunté, confundido.
La
expresión de sorpresa de Werner se suavizó. Recuperó la compostura y respondió
por el hombre.
“Es
un genmu, y uno de los nobles más conocidos del país. Él está entre las dos
personas más influyentes aquí en Siltvelt” ‒ explicó Werner.
¿Genmu?
¿Se suponía que era genbu? Ah, así que la raza genmu se parecía a la Tortuga
Negra. Todo lo que quedaba era encontrar un aotatsu, o como sea que llamaran a
la raza que se parecía al Dragón Celeste. Entonces tendríamos los cuatro
símbolos.
“Saludos,
Héroe del Escudo. He oído hablar de sus muchas hazañas. Es un verdadero honor
conocerlo” ‒ dijo la tortuga.
“Gracias…”
‒ respondí.
“¡Permítame
recordarle que está ante el Héroe del Escudo! No importa lo poderoso que sea,
usar esa forma aquí es imperdonable” ‒ irrumpió Werner.
Habló
con voz amenazadora, pero sonreía al genmu.
“¡Vaya,
vaya! Permanezco en esta forma en todo momento para mantenerme protegido, así
que lo había olvidado por completo” ‒ contestó.
El
genmu volvió a su forma semi-humana. Lo que había sido una tortuga ahora era un
hombrecito regordete. Parecía ser bastante mayor, de unos 60 años, tal vez. La
forma en que caminaba con un bastón ya lo había delatado. No había nada
particularmente desagradable en su aspecto.
“Caballeros,
hemos afilado nuestros colmillos en preparación para la llegada del tiempo
profetizado. Hemos mantenido a este país vivo y fuerte para que apoye al Héroe
del Escudo. Insinuar que Siltvelt se desmoronará si el Héroe del Escudo no
permanece aquí es una completa tontería. ¿No están de acuerdo?” ‒ preguntó el
hombre.
Aparte
de Jaralis y su compañero, todos asintieron estando de acuerdo.
“¿Estás
sugiriendo que escuchemos a esta mestiza? ¡Nada de sus acciones me parece digno
de ser llamado un verdadero Siltveltiano!” ‒ Rugió Jaralis.
Esa
aura amenazante surgió del cuerpo de Atlas una vez más.
“¿Es
así? Si insistes en interponerte en el camino del Sr. Naofumi sin importar lo
que pase, entonces…”
Atlas
señaló a Jaralis y emitió una declaración audaz.
“La
palabra del Sr. Naofumi es ley. Si vas a interponerte en su camino, entonces te
sacaré usando la fuerza física” ‒ declaró.
Los
líderes de Siltvelt dieron un grito de sorpresa.
“¡Hmph!
¡Una propuesta muy bienvenida! Werner, no veo forma de evitarlo” ‒ respondió
Jaralis.
“Muy
bien, entonces. ¡De acuerdo con la tradición de Siltvelt, te permito que te batas
en un duelo!” ‒ Werner anunció.
Los
líderes inmediatamente estallaron en un murmullo.
“Entonces
serviré como guardián de la chica hakuko del Héroe del Escudo. Jaralis, tú
personalmente aceptarás el duelo para demostrar que eres fiel a tus creencias”
‒ dijo el genmu.
“Esas
son palabras muy grandes, viejo. ¿Estás realmente preparado para aceptar las
consecuencias como su guardián en caso de que ella pierda el duelo?” ‒ preguntó
Jaralis.
“Lo
estoy” ‒ dijo el genmu.
Ciertamente
parecía claro que el viejo tenía una cantidad ridícula de influencia. ¿Pero qué
era un duelo tradicional de Siltvelt?
“En
primer lugar, las cuatro razas de ‘élite’ de Siltvelt renunciarán a su
sobredimensionada voz en los asuntos. Segundo, aceptarás nuestra reclamación al
Héroe del Escudo como propiedad exclusiva de Siltvelt. Y finalmente, permitirá
el castigo severo de esa mocosa insolente” ‒ dijo Jaralis.
“E-eso
es…”
Werner
intentó intervenir, pero el viejo lo detuvo.
“¡Si
pierdo, que así sea!” ‒ Gritó Atlas.
“Esas
condiciones son una broma. Todo lo favorece a él. Prefiero no aceptarlas si hay
otra manera…” ‒ Dije.
Pero
pude ver la firme determinación de Atlas escrita en toda su cara. Me habría
negado si hubiera sido yo en su lugar. Básicamente estaba siendo tratado como
el premio aquí. Una parte de mí quería decirles a todos que se fueran al
infierno.
“¿Puedo
asumir que no se opondrá a que especifiquemos condiciones igualmente severas?”
‒ preguntó el viejo genmu.
“Puedes”
‒ contestó Jaralis, asintiendo con calma.
Parecía
del tipo que tenía confianza, si no otra cosa. Pero también parecía tener un
carisma sutil, o alguna cualidad de león, que le daba un aire regio. Honestamente,
no tenía ninguna obligación personal de aceptar sus términos. Pero valdría la
pena si eso significara ser capaz de tratar el problema de Raphtalia y al mismo
tiempo hacer que estos tontos paguen.
“Bien.
¿Por qué no? Aceptaré sus condiciones. A cambio, aceptarán seguir mis órdenes
si ganamos” ‒ dije.
“¡Claro
que sí! Como desees, gran Héroe del Escudo” ‒ contestó Jaralis.
¿Podría
el bastardo haber sido más provocativo?
“Entonces
confirmemos las condiciones. Si Jaralis gana, las cuatro casas nobles de
Siltvelt renunciarán a su derecho a hablar, el Héroe del Escudo permanecerá en
Siltvelt, y la hakuko mestiza será castigada. Si el Héroe del Escudo gana,
Siltvelt seguirá sus órdenes. ¿Ambas partes están de acuerdo?” ‒ preguntó
Werner.
“De
acuerdo” ‒ respondí.
“Entonces
explicaré las reglas del duelo. Según la tradición de Siltvelt, los que
iniciaron y aceptaron el duelo pueden elegir quién luchará por la parte
contraria” ‒ dijo Werner.
“Elijo…”
‒ comenzó Jaralis.
Señaló
a Atlas y a Fohl.
“¡Los
dos mestizos hakuko!” ‒ Rugió.
“¿Eh?”
‒ Murmuró Fohl.
Se
quedó sin palabras al ser elegido para luchar. ¿Pero en serio? Podría entender
a Atlas, pero ¿elegir a Fohl también?
“¡Tienes
una gran boca para ser un mestizo! ¡Te mostraré el verdadero poder del
pedigrí!” ‒ Rugió Jaralis.
“¡Me
gustaría verte intentarlo! Aunque, estoy un poco preocupada por mi Hermano” ‒
contestó Atlas.
“¿A-Atlas?”
‒ Tartamudeó Fohl.
Estaba
empezando a sentir lástima por él otra vez.
“Preferiría
que me emparejaran con el Sr. Naofumi” ‒ dijo Atlas.
“¿Puedo
participar en el duelo?” ‒ Le pregunté.
“Que
el Héroe del Escudo, la recompensa, participe… Eres todo un comediante, ¿no?” ‒
dijo Jaralis sarcásticamente.
El
bastardo me señaló y se mofó con una mirada provocativa en sus ojos.
“Espero
que te des cuenta de que te vas a arrepentir de esto más tarde. Entonces, ¿qué
tal Raphtalia o Firo?” ‒ Yo sugerí.
Raphtalia
podría aplastarlo. En realidad, había traído una verdadera alineación de
estrellas de formidables luchadores.
“Hablas
mucho, mestizo, pero parece que el Héroe del Escudo tiene poca fe en ti y en tu
hermano. Esta es una verdadera obra maestra” ‒ se burló Jaralis.
Qué
imbécil. Esperaba que no estuviera planeando intentar algo furtivo para empujar
la pelea a su favor.
“Para
que quede claro, este es un duelo entre hombres. El uso de monstruos no está
permitido” ‒ dijo Werner.
“¿Hm?”
‒ Murmuró Firo.
“¿Rafuuuu?”
Raph-chan
y Firo parecían confundidas. Pensé que Firo podría participar en su forma
humana, pero supongo que eso no estaba permitido.
“El
hecho es que no confío en que él juegue limpio, pero… bien” ‒ dije.
Me
di cuenta de que si yo intentaba cambiar a los participantes en el duelo y
enviar a Raphtalia en lugar de a Fohl, probablemente causaría problemas, pero…
“¡No
tiene por qué preocuparse, Sr. Naofumi! Incluso si mi Hermano es derrotado,
¡ganaré la pelea por mi cuenta!” ‒ exclamó Atlas.
“¡¿Atlas?!
¡No seré derrotado!” ‒ Contestó Fohl.
Ella
básicamente estaba declarando a Fohl como inútil. Qué tipo tan lamentable.
“Me
siento un poco incómodo al respecto…” ‒ Admití.
“Aceptar
las designaciones de la oposición y aun así salir victoriosos, ¡eso es un verdadero testimonio de
nuestra fuerza! ¡Incluso si mi Hermano pierde, yo no lo haré! ¡Sr. Naofumi!
¡Por favor, permita esto!” ‒ Atlas suplicó.
Hubiera
preferido ser más cuidadoso, pero supongo que fue en parte gracias a la intervención de Atlas que pudimos
especificar las condiciones que teníamos. En el peor de los casos, podría
inventar alguna excusa e ignorar sus condiciones. Además, ese bastardo de
Jaralis realmente me enfadó. Y había visto lo formidable que podía ser Atlas
últimamente.
“Bien.
Lo permitiré” ‒ dije.
“¡Gracias!
Ahora bien, tenemos el permiso del Sr. Naofumi. ¡Que empiece el duelo!” ‒
declaró Atlas.
Todos
los miembros de sangre caliente de la sala asintieron con entusiasmo, y todos
fuimos llevados al salón donde se había celebrado la fiesta la noche anterior.
Al parecer, allí se llevaría a cabo el duelo.
El
compañero de Jaralis era un teriántropo minotauro musculoso que parecía una
especie de guerrero legendario. Estaba agarrando su arma con fuerza y con ganas
de empezar. El tipo era aún más grande que el minotauro que había tomado
nuestro carruaje el día anterior.
“Oh
mi… Veo que has elegido a uno de los héroes sobrevivientes de las grandes guerras
para que luche a tu lado” ‒ dijo Werner.
“Ciertamente.
Con el Héroe del Escudo en juego, esta es una batalla de suma importancia. No
puedo arriesgarme a traer a alguien en quien no pueda confiar. Por supuesto,
espero que él lo haga todo apenas empezar” ‒ respondió Jaralis.
“¡Todo
por el bien de Siltvelt!” ‒ exclamó el minotauro.
Parecía
ansioso por luchar también.
“Haré
que el Héroe del Escudo se case con mi hija” ‒ añadió.
Demonios,
no. Incluso si la hija de esta bestia musculosa fuera la chica más hermosa del
mundo, me negaría. Me desagradaban las mujeres como regla general. Y ser usado
para procrear como un semental era imperdonable.
“Pero…
Esto es realmente…” ‒ La voz de Werner se apagó.
Me
miró con una expresión de preocupación en la cara.
“Oh
Dios mío… El chico parece que sabe cómo manejarse. Puede que incluso sea más
fuerte que el pequeño Sasa” ‒ dijo Sadina.
Quería
responder con un ‘¡¿Quién demonios es ese?!’ Pero recordé vagamente que era el
nombre de uno de los luchadores que había visto en una pelea en el Coliseo de Zeltoble.
“No
tenemos más remedio que luchar, independientemente de quién sea el oponente. Atlas
tendrá que derrotarlo. ¿Puedes hacerlo, Atlas?” ‒ preguntó Raphtalia.
“Ni
siquiera deberías tener que preguntar, Raphtalia. Si eso demuestra mi lealtad
al Sr. Naofumi, entonces atravesaré cualquier obstáculo, no importa lo grande
que sea” ‒ Contestó Atlas.
“Yo…”
‒ empezó Fohl.
Él
parecía estar vacilando. Como sea, no esperaba mucho de él de todos modos.
“¿Y
se supone que sólo debo mirar?” ‒ pregunté.
“Así
es” ‒ contestó Werner.
Hmph.
Así que así era como se sentía ser tratado como un premio. No pude evitar
preguntarme si Raphtalia sintió lo mismo cuando Motoyasu me retó a un duelo. De
todos modos, nos las arreglamos para llegar hasta aquí sin perder. Hacerlo aquí
no era una opción.
“¡Atlas!
¡Fohl! ¡Más vale que ganen, pase lo que pase!” ‒ Dije.
“¡Por
supuesto que lo haremos!” ‒ Contestó Atlas.
“Ugh…
¡Ganaré por Atlas y por nuestro padre!” ‒ dijo Fohl.
¿Oh?
Él también estaba empezando a mostrar un poco de energía.
“¡Hmph!
Buena suerte con eso, mestizos hakuko!” ‒ Gruñó Jaralis.
“He
oído que luchaste junto a mi padre. ¿Qué clase de hombre era en el campo de
batalla?” ‒ Preguntó Fohl a Jaralis.
Casi
había olvidado que Jaralis estuvo allí para presenciar los últimos momentos de
su padre. La muerte de su padre también había sido sospechosa, así que tenía
sentido que lo preguntara.
“¡Ja!
No eres más que una pálida sombra del hombre. Si realmente quieres saberlo,
¡pregúntame con tus puños!” ‒ Contestó Jaralis.
“Bien.
Si soy más fuerte o no que él… ¡te dejaré verlo por ti mismo!” ‒ Gritó Fohl.
“Muy
bien. ¿Ambas partes están listas para comenzar el duelo?” ‒ preguntó el
locutor.
Dio
la señal de que se prepararan y Jaralis y el minotauro adoptaron una postura de
lucha. Atlas se quedó allí de pie, como si estuviera completamente relajada y
no se viera afectada por nada de esto. A juzgar por la forma en que Fohl estaba
empezando a ponerse ansioso, es posible que, después de todo, le había gustado ser
elegido para pelear. Pero todavía estaba un poco preocupado. Discutir con su
hermana era la única pelea que le había visto llevar hasta ahora.
Y
entonces el sonido de un gong resonó por toda la sala.
Delirios:
Ahora si viene lo bueno.
No hablo de la pelea en si, sino de la humillación de ese león.