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1 mar 2019

Tate No Yuusha Vol 13 Cap 07

Autor: Aneko Yusagi

Traductor: Lord

Editor: Lord



Capítulo 07 Un Verdadero Silveltiano

“¿Qué es esta insolencia? Tú y tu hermano son mestizos hakuko. ¡No tienen derecho a hablar aquí! ¡Váyanse de aquí!” ‒ Gritó Jaralis.

“¿Mestizos? ¿Derecho a hablar? ¡Patético! La gente de Siltvelt, especialmente los que están en esta sala, ¿no han olvidado lo más importante de todo?” ‒ Contestó Atlas.

Puede que sólo fuera una niña, pero se sacudió la respuesta de enojo de Jaralis como si no estuviera afectada en absoluto.

“¡¿Qué?!” ‒ gritó Jaralis.

“¡Cállate la boca!” ‒ gritó otro miembro.

“¿A-Atlas?” ‒ Fohl tartamudeó.

“No lo haré. No sería capaz de perdonarme a mí misma si me quedara mirando esta farsa sin decir lo que pienso. Mi intelecto, mi intuición y mi corazón me están diciendo que sus acciones están equivocadas” ‒ respondió ella.


Mientras Atlas hablaba, pude sentir una especie de energía que brotaba de su cuerpo. La energía tomó la forma de un tigre y bajó sobre los líderes de Siltvelt. Se sentía similar a la sed de sangre, pero no exactamente igual. Me preguntaba si era algún tipo de aplicación avanzada de la fuerza vital.

Atlas estampó un pie delante de ella y el impacto provocó que el suelo se abriera. Los miembros circundantes de los líderes de Siltvelt tragaron saliva.



“¿P-podría ella ser…”

“Imposible…”

La forma en que temblaban de miedo parecía implicar que sabían algo que yo no sabía, pero esa no era realmente mi preocupación en este momento. Decidí cruzar los brazos, sentarme como un rey en un trono y escucharla.

“Quiero que todos recuerden el propósito original de Siltvelt. Recuerden por qué llegó a existir en primer lugar. Dicen que veneran al Héroe del Escudo, pero aquí lo tratan como mugre” ‒ gritó ella.

“¡¿Q-qué estás diciendo?! ¿No le hemos dado la bienvenida al Héroe del Escudo…?”

“Entonces díganme, ¿por qué el Sr. Naofumi, el Héroe del Escudo, se ve tan molesto? ¿De verdad creen que no nos hemos dado cuenta de las innumerables veces que han tratado mal al Sr. Naofumi desde que llegamos?” ‒ Ella continuó.

Todos temblaban como un grupo de niños siendo regañados por su madre.

“¡Me avergüenza haber admirado su supuesta devoción religiosa!” ‒ gritó.

Oh sí. Atlas había hablado de lo fantástica que era su devoción varias veces antes. Había estado planeando tener una charla con ella sobre eso antes de que pasara mucho tiempo.

“Ahora bien, gente de Siltvelt, ¿saben cómo se fundó este país? ¿Pueden decirme por qué existe?” ‒ preguntó.

“¡Por supuesto! Fue fundada por el Héroe del Escudo y existe por el bien del Héroe del Escudo” ‒ contestó uno de ellos.

Había mordido el anzuelo. Atlas señaló al hombre.

“¡Así es! ¡Siltvelt fue construido por el Héroe del Escudo, al igual que la aldea de Melromarc fue reconstruida por el Sr. Naofumi! Y aun así, hacen amenazas encubiertas de enviar asesinos a la aldea. Sus acciones son una vergüenza para la fundación de su propio país” ‒ exclamó.

“¡To-tonterías!”

“¡Siltvelt es un país enorme! Ese pueblo en Melromarc es…”

“¿Y Siltvelt comenzó como un gran país? ¿Están diciendo que la aldea que el Sr. Naofumi, el Héroe del Escudo, está reconstruyendo es insignificante simplemente porque es pequeña?” ‒ ella increpó.

El castigo de Atlas no tenía fin a la vista. Estaba realmente en racha.

“¿Quieren que los libros de historia hablen de un mundo que anhelaba algo nuevo y fresco en lugar de conformarse con fósiles viejos y desgastados?”

“Ugh… Pero…”

“¿Cuál es el propósito de nuestro poder -estas garras y estos colmillos nuestros- en primer lugar? ¡Piensen en ello! ¿Es la dominación del mundo? ¿O es para proteger a otros? ¡No es ninguna de las dos cosas! ¡Es todo por el bien del Sr. Naofumi, el Héroe del Escudo!” ‒ gritó.

Los miembros líderes -Werner, en particular- comenzaron a asentir con la cabeza repetidamente.

“¿No han pasado años y años afilando esos colmillos para prepararse para cuando sean necesarios? Pueden insultarme y llamarme mestiza si quieren, pero eso no cambia lo que esta sangre que corre por mis venas me dice. ¡Exige mi lealtad al Sr. Naofumi!”

Algún tipo de aura extraña comenzó a formarse alrededor de Atlas, y los líderes comenzaron a aplaudir gradualmente. No podía creerlo. ¿Se tragarían cualquier cosa que se les sirva?

“¡Así es! ¡Las olas de destrucción están sobre nosotros! ¡El destino de las generaciones futuras está en manos del Héroe del Escudo! ¿No hemos afilado nuestros colmillos para poder ayudarlo? ¡Entonces declaren su lealtad al Sr. Naofumi! ¡Sírvanle como debe hacerlo un sirviente!”

El rugido de los aplausos llenó el aire. Yo sólo miraba de forma ausente. Raphtalia tenía una mirada de incredulidad en su cara. Había un solo teriántropo león, junto con un compañero, que se negó a unirse a los aplausos. Era Jaralis, de pie, frunciendo el ceño.

“¿A-Atlas?” ‒ Murmuró de nuevo Fohl.

Él la miraba con una expresión de asombro.

“No lo sé. Nada de lo que dijo me parece totalmente erróneo, así que no puedo discutir con ella” ‒ dijo Raphtalia.

Ella parecía estar de acuerdo con Atlas.

“Sí. Su razonamiento de ser leal al pequeño Naofumi y su voluntad de luchar no pueden ser reprochados” ‒ contestó Sadina.

“¿Hm? Luchamos contra las olas porque el Amo nos lo pidió, ¿verdad?” ‒ Dijo Firo.

Todos expresaron su apoyo como si fuera completamente obvio. Al ver esto, todos los miembros líderes de Siltvelt se arrodillaron, como si de repente hubieran vuelto a sus sentidos.

“No puedo creer que una niña me haya tenido que decir algo así. Pero es lo como ella dice” ‒ respondió Werner.

“¡Existimos por el bien del Héroe del Escudo! Se suponía que nuestro propósito era rescatar al mundo de la destrucción que se avecinaba. Y sin embargo, intentamos tratar al Héroe del Escudo como una herramienta para ganar poder para nosotros mismos. Es incalificable” ‒ gritó otro de los miembros.

Todos los que habían estado aplaudiendo se inclinaron ante mí. En un marcado contraste con todos ellos, Jaralis y su compinche nos miraron a mí y a Atlas.

“¡Protesto! Sostengo que este Héroe del Escudo que está ante nosotros no es el verdadero Héroe del Escudo que tanto anhela Siltvelt” ‒ Rugió Jaralis.

“¡Jaralis, bastardo! ¡Tu insolencia se ha pasado de la raya!” ‒ Werner irrumpió, reprendiendo a Jaralis.

“¿Insolencia? Estás equivocado. Es exactamente porque me preocupo profundamente por Siltvelt que estoy expresando con calma mi opinión para que podamos evitar tomar decisiones tontas” ‒ respondió Jaralis.

Hmph. Su redacción era un poco sensacionalista, pero tenía la sensación de que lo que decía no estaba mal. Toda la actitud de ‘La palabra del Héroe del Escudo es ley’ era aceptada un poco ciegamente en primer lugar. Eso podría fácilmente causar problemas. Si la situación hubiera sido diferente, habría estado de acuerdo con él. Pero en este momento, sólo se estaba interponiendo en el camino. En cuyo caso, me preguntaba qué hacer con él.

¿Hm? Atlas debe haber tenido algo más que decir, porque respiró hondo y…

“¡El Sr. Naofumi, no, nuestro Dios no se equivoca!” ‒ gritó a toda voz.

Esa pequeña imbécil. Empezaba a pensar que podría ser un genio a la hora de crear problemas. ¿Y qué demonios? Esta gente estaba asintiendo. ¡Incluso yo podía admitir que cometía errores de vez en cuando! Tendría que hacer entrar en razón a Atlas más tarde.

“¿O eres tan tonto como para intentar decir que el Sr. Naofumi es un héroe falso?” ‒ ella preguntó.

“En absoluto. No tengo intención de llegar tan lejos. Simplemente estoy diciendo que no creo que sea el Héroe del Escudo que hemos estado esperando” ‒ contestó Jaralis.

Él intentaba evitar atraer más desaprobación objetando sin negar abiertamente que yo era el Héroe del Escudo. Fue la respuesta de un verdadero político.

“Me pregunto si lo que estamos viendo ahora son realmente las olas de destrucción de las que hablan las leyendas. Como se dice, la prisa genera pérdidas. Si estas son realmente las olas profetizadas para destruir el mundo, entonces ¿por qué el Héroe del Escudo fue convocado con éxito por nuestro enemigo, Melromarc? De hecho, el hecho de que el Héroe del Escudo fuera llamado al territorio de nuestro enemigo es la prueba definitiva de que ahora no es el momento que se ha predicho” ‒ rugió.

No había discusión de que las cosas hubieran resultado de otra manera si yo hubiera sido invocado en Siltvelt. Probablemente estaría pasando tiempo con mi harem, haciendo algo de ese ‘libertinaje desenfrenado’ del que a Sadina le gustaba hablar, aunque quería creer que eso no habría ocurrido.

“No, me temo que esa teoría no está sustentada” ‒ contestó Atlas.

Ella agitó la cabeza en desacuerdo. ¿Iba a discutir?

“Es exactamente porque este es el tiempo profetizado que el Héroe del Escudo fue invocado junto con los otros tres héroes santos. El verdadero poder de los héroes reside en compartir sus poderes individuales entre sí. En otras palabras, el Sr. Naofumi fue invocado a Melromarc porque es un lugar apropiado para los otros tres héroes. Esa es tu prueba de que el mundo está en peligro” ‒ continuó.

“¡Guarda tus sofismas para ti misma!” ‒ Rugió Jaralis.

“¿Quién es el verdadero sofista aquí? ¡Hablo como alguien que ha jurado su lealtad al Sr. Naofumi!” ‒ ella explotó.

Los miembros líderes de Siltvelt tragaron y se quedaron completamente en silencio. En ese momento, una voz vino desde cerca de la entrada del salón del trono.

“Ridiculizas a la niña, pero ella tiene una voluntad fuerte y es tan feroz como un tigre. Si uno preguntara cuál de ustedes es el verdadero Siltveltiano, sospecho que cualquiera de los presentes respondería que es la niña” ‒dijo la voz.

Todos se dieron la vuelta. En la entrada había un teriántropo que parecía una tortuga. Y a su lado estaba el contacto de Fohl, el hakuko que había conocido esa mañana temprano. La cola de la tortuga parecía una serpiente. Tal vez era sólo mi imaginación, pero algo en él lo hacía parecer regordete.

“¿Quién eres tú?” ‒ Le pregunté, confundido.

La expresión de sorpresa de Werner se suavizó. Recuperó la compostura y respondió por el hombre.

“Es un genmu, y uno de los nobles más conocidos del país. Él está entre las dos personas más influyentes aquí en Siltvelt” ‒ explicó Werner.

¿Genmu? ¿Se suponía que era genbu? Ah, así que la raza genmu se parecía a la Tortuga Negra. Todo lo que quedaba era encontrar un aotatsu, o como sea que llamaran a la raza que se parecía al Dragón Celeste. Entonces tendríamos los cuatro símbolos.

“Saludos, Héroe del Escudo. He oído hablar de sus muchas hazañas. Es un verdadero honor conocerlo” ‒ dijo la tortuga.

“Gracias…” ‒ respondí.

“¡Permítame recordarle que está ante el Héroe del Escudo! No importa lo poderoso que sea, usar esa forma aquí es imperdonable” ‒ irrumpió Werner.

Habló con voz amenazadora, pero sonreía al genmu.

“¡Vaya, vaya! Permanezco en esta forma en todo momento para mantenerme protegido, así que lo había olvidado por completo” ‒ contestó.

El genmu volvió a su forma semi-humana. Lo que había sido una tortuga ahora era un hombrecito regordete. Parecía ser bastante mayor, de unos 60 años, tal vez. La forma en que caminaba con un bastón ya lo había delatado. No había nada particularmente desagradable en su aspecto.

“Caballeros, hemos afilado nuestros colmillos en preparación para la llegada del tiempo profetizado. Hemos mantenido a este país vivo y fuerte para que apoye al Héroe del Escudo. Insinuar que Siltvelt se desmoronará si el Héroe del Escudo no permanece aquí es una completa tontería. ¿No están de acuerdo?” ‒ preguntó el hombre.

Aparte de Jaralis y su compañero, todos asintieron estando de acuerdo.

“¿Estás sugiriendo que escuchemos a esta mestiza? ¡Nada de sus acciones me parece digno de ser llamado un verdadero Siltveltiano!” ‒ Rugió Jaralis.

Esa aura amenazante surgió del cuerpo de Atlas una vez más.

“¿Es así? Si insistes en interponerte en el camino del Sr. Naofumi sin importar lo que pase, entonces…”

Atlas señaló a Jaralis y emitió una declaración audaz.

“La palabra del Sr. Naofumi es ley. Si vas a interponerte en su camino, entonces te sacaré usando la fuerza física” ‒ declaró.

Los líderes de Siltvelt dieron un grito de sorpresa.

“¡Hmph! ¡Una propuesta muy bienvenida! Werner, no veo forma de evitarlo” ‒ respondió Jaralis.

“Muy bien, entonces. ¡De acuerdo con la tradición de Siltvelt, te permito que te batas en un duelo!” ‒ Werner anunció.

Los líderes inmediatamente estallaron en un murmullo.

“Entonces serviré como guardián de la chica hakuko del Héroe del Escudo. Jaralis, tú personalmente aceptarás el duelo para demostrar que eres fiel a tus creencias” ‒ dijo el genmu.

“Esas son palabras muy grandes, viejo. ¿Estás realmente preparado para aceptar las consecuencias como su guardián en caso de que ella pierda el duelo?” ‒ preguntó Jaralis.

“Lo estoy” ‒ dijo el genmu.

Ciertamente parecía claro que el viejo tenía una cantidad ridícula de influencia. ¿Pero qué era un duelo tradicional de Siltvelt?

“En primer lugar, las cuatro razas de ‘élite’ de Siltvelt renunciarán a su sobredimensionada voz en los asuntos. Segundo, aceptarás nuestra reclamación al Héroe del Escudo como propiedad exclusiva de Siltvelt. Y finalmente, permitirá el castigo severo de esa mocosa insolente” ‒ dijo Jaralis.

“E-eso es…”

Werner intentó intervenir, pero el viejo lo detuvo.

“¡Si pierdo, que así sea!” ‒ Gritó Atlas.

“Esas condiciones son una broma. Todo lo favorece a él. Prefiero no aceptarlas si hay otra manera…” ‒ Dije.

Pero pude ver la firme determinación de Atlas escrita en toda su cara. Me habría negado si hubiera sido yo en su lugar. Básicamente estaba siendo tratado como el premio aquí. Una parte de mí quería decirles a todos que se fueran al infierno.

“¿Puedo asumir que no se opondrá a que especifiquemos condiciones igualmente severas?” ‒ preguntó el viejo genmu.

“Puedes” ‒ contestó Jaralis, asintiendo con calma.

Parecía del tipo que tenía confianza, si no otra cosa. Pero también parecía tener un carisma sutil, o alguna cualidad de león, que le daba un aire regio. Honestamente, no tenía ninguna obligación personal de aceptar sus términos. Pero valdría la pena si eso significara ser capaz de tratar el problema de Raphtalia y al mismo tiempo hacer que estos tontos paguen.

“Bien. ¿Por qué no? Aceptaré sus condiciones. A cambio, aceptarán seguir mis órdenes si ganamos” ‒ dije.

“¡Claro que sí! Como desees, gran Héroe del Escudo” ‒ contestó Jaralis.

¿Podría el bastardo haber sido más provocativo?

“Entonces confirmemos las condiciones. Si Jaralis gana, las cuatro casas nobles de Siltvelt renunciarán a su derecho a hablar, el Héroe del Escudo permanecerá en Siltvelt, y la hakuko mestiza será castigada. Si el Héroe del Escudo gana, Siltvelt seguirá sus órdenes. ¿Ambas partes están de acuerdo?” ‒ preguntó Werner.

“De acuerdo” ‒ respondí.

“Entonces explicaré las reglas del duelo. Según la tradición de Siltvelt, los que iniciaron y aceptaron el duelo pueden elegir quién luchará por la parte contraria” ‒ dijo Werner.

“Elijo…” ‒ comenzó Jaralis.

Señaló a Atlas y a Fohl.

“¡Los dos mestizos hakuko!” ‒ Rugió.

“¿Eh?” ‒ Murmuró Fohl.

Se quedó sin palabras al ser elegido para luchar. ¿Pero en serio? Podría entender a Atlas, pero ¿elegir a Fohl también?

“¡Tienes una gran boca para ser un mestizo! ¡Te mostraré el verdadero poder del pedigrí!” ‒ Rugió Jaralis.

“¡Me gustaría verte intentarlo! Aunque, estoy un poco preocupada por mi Hermano” ‒ contestó Atlas.

“¿A-Atlas?” ‒ Tartamudeó Fohl.

Estaba empezando a sentir lástima por él otra vez.

“Preferiría que me emparejaran con el Sr. Naofumi” ‒ dijo Atlas.

“¿Puedo participar en el duelo?” ‒ Le pregunté.

“Que el Héroe del Escudo, la recompensa, participe… Eres todo un comediante, ¿no?” ‒ dijo Jaralis sarcásticamente.

El bastardo me señaló y se mofó con una mirada provocativa en sus ojos.

“Espero que te des cuenta de que te vas a arrepentir de esto más tarde. Entonces, ¿qué tal Raphtalia o Firo?” ‒ Yo sugerí.

Raphtalia podría aplastarlo. En realidad, había traído una verdadera alineación de estrellas de formidables luchadores.

“Hablas mucho, mestizo, pero parece que el Héroe del Escudo tiene poca fe en ti y en tu hermano. Esta es una verdadera obra maestra” ‒ se burló Jaralis.

Qué imbécil. Esperaba que no estuviera planeando intentar algo furtivo para empujar la pelea a su favor.

“Para que quede claro, este es un duelo entre hombres. El uso de monstruos no está permitido” ‒ dijo Werner.

“¿Hm?” ‒ Murmuró Firo.

“¿Rafuuuu?”

Raph-chan y Firo parecían confundidas. Pensé que Firo podría participar en su forma humana, pero supongo que eso no estaba permitido.

“El hecho es que no confío en que él juegue limpio, pero… bien” ‒ dije.

Me di cuenta de que si yo intentaba cambiar a los participantes en el duelo y enviar a Raphtalia en lugar de a Fohl, probablemente causaría problemas, pero…

“¡No tiene por qué preocuparse, Sr. Naofumi! Incluso si mi Hermano es derrotado, ¡ganaré la pelea por mi cuenta!” ‒ exclamó Atlas.

“¡¿Atlas?! ¡No seré derrotado!” ‒ Contestó Fohl.

Ella básicamente estaba declarando a Fohl como inútil. Qué tipo tan lamentable.

“Me siento un poco incómodo al respecto…” ‒ Admití.

“Aceptar las designaciones de la oposición y aun así salir victoriosos, ¡eso es un verdadero testimonio de nuestra fuerza! ¡Incluso si mi Hermano pierde, yo no lo haré! ¡Sr. Naofumi! ¡Por favor, permita esto!” ‒ Atlas suplicó.

Hubiera preferido ser más cuidadoso, pero supongo que fue en parte gracias a la intervención de Atlas que pudimos especificar las condiciones que teníamos. En el peor de los casos, podría inventar alguna excusa e ignorar sus condiciones. Además, ese bastardo de Jaralis realmente me enfadó. Y había visto lo formidable que podía ser Atlas últimamente.

“Bien. Lo permitiré” ‒ dije.

“¡Gracias! Ahora bien, tenemos el permiso del Sr. Naofumi. ¡Que empiece el duelo!” ‒ declaró Atlas.

Todos los miembros de sangre caliente de la sala asintieron con entusiasmo, y todos fuimos llevados al salón donde se había celebrado la fiesta la noche anterior. Al parecer, allí se llevaría a cabo el duelo.

El compañero de Jaralis era un teriántropo minotauro musculoso que parecía una especie de guerrero legendario. Estaba agarrando su arma con fuerza y con ganas de empezar. El tipo era aún más grande que el minotauro que había tomado nuestro carruaje el día anterior.

“Oh mi… Veo que has elegido a uno de los héroes sobrevivientes de las grandes guerras para que luche a tu lado” ‒ dijo Werner.

“Ciertamente. Con el Héroe del Escudo en juego, esta es una batalla de suma importancia. No puedo arriesgarme a traer a alguien en quien no pueda confiar. Por supuesto, espero que él lo haga todo apenas empezar” ‒ respondió Jaralis.

“¡Todo por el bien de Siltvelt!” ‒ exclamó el minotauro.

Parecía ansioso por luchar también.

“Haré que el Héroe del Escudo se case con mi hija” ‒ añadió.

Demonios, no. Incluso si la hija de esta bestia musculosa fuera la chica más hermosa del mundo, me negaría. Me desagradaban las mujeres como regla general. Y ser usado para procrear como un semental era imperdonable.

“Pero… Esto es realmente…” ‒ La voz de Werner se apagó.

Me miró con una expresión de preocupación en la cara.

“Oh Dios mío… El chico parece que sabe cómo manejarse. Puede que incluso sea más fuerte que el pequeño Sasa” ‒ dijo Sadina.

Quería responder con un ‘¡¿Quién demonios es ese?!’ Pero recordé vagamente que era el nombre de uno de los luchadores que había visto en una pelea en el Coliseo de Zeltoble.

“No tenemos más remedio que luchar, independientemente de quién sea el oponente. Atlas tendrá que derrotarlo. ¿Puedes hacerlo, Atlas?” ‒ preguntó Raphtalia.

“Ni siquiera deberías tener que preguntar, Raphtalia. Si eso demuestra mi lealtad al Sr. Naofumi, entonces atravesaré cualquier obstáculo, no importa lo grande que sea” ‒ Contestó Atlas.

“Yo…” ‒ empezó Fohl.

Él parecía estar vacilando. Como sea, no esperaba mucho de él de todos modos.

“¿Y se supone que sólo debo mirar?” ‒ pregunté.

“Así es” ‒ contestó Werner.

Hmph. Así que así era como se sentía ser tratado como un premio. No pude evitar preguntarme si Raphtalia sintió lo mismo cuando Motoyasu me retó a un duelo. De todos modos, nos las arreglamos para llegar hasta aquí sin perder. Hacerlo aquí no era una opción.

“¡Atlas! ¡Fohl! ¡Más vale que ganen, pase lo que pase!” ‒ Dije.

“¡Por supuesto que lo haremos!” ‒ Contestó Atlas.

“Ugh… ¡Ganaré por Atlas y por nuestro padre!” ‒ dijo Fohl.

¿Oh? Él también estaba empezando a mostrar un poco de energía.

“¡Hmph! Buena suerte con eso, mestizos hakuko!” ‒ Gruñó Jaralis.

“He oído que luchaste junto a mi padre. ¿Qué clase de hombre era en el campo de batalla?” ‒ Preguntó Fohl a Jaralis.

Casi había olvidado que Jaralis estuvo allí para presenciar los últimos momentos de su padre. La muerte de su padre también había sido sospechosa, así que tenía sentido que lo preguntara.

“¡Ja! No eres más que una pálida sombra del hombre. Si realmente quieres saberlo, ¡pregúntame con tus puños!” ‒ Contestó Jaralis.

“Bien. Si soy más fuerte o no que él… ¡te dejaré verlo por ti mismo!” ‒ Gritó Fohl.

“Muy bien. ¿Ambas partes están listas para comenzar el duelo?” ‒ preguntó el locutor.

Dio la señal de que se prepararan y Jaralis y el minotauro adoptaron una postura de lucha. Atlas se quedó allí de pie, como si estuviera completamente relajada y no se viera afectada por nada de esto. A juzgar por la forma en que Fohl estaba empezando a ponerse ansioso, es posible que, después de todo, le había gustado ser elegido para pelear. Pero todavía estaba un poco preocupado. Discutir con su hermana era la única pelea que le había visto llevar hasta ahora.

Y entonces el sonido de un gong resonó por toda la sala.


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Delirios:
Ahora si viene lo bueno.
No hablo de la pelea en si, sino de la humillación de ese león.